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¡¡Viva!! ¡¡Viva!! resuena por el ancho salon y todo desde este momento es espansion y dulce alegria.

¡Silencio, el Sr. Cura vá á hablar!

— Queridos hijos:

Dios sea bendito, el gozo que embarga mi corazon en estos momentos, no me es dado el espresarlo.

Feliz y muy feliz es mi vejez, cuando me ha sido permitido el presenciar por tres veces, el espectáculo tan solemne, que presenta este santuario del trabajo.

La ociosidad, es madre de todos los vicios; y el trabajo y la honradez, la bendicion de Dios.

Airada se encontraba la cólera divina, al presenciar un dia entronizado el vicio, en corazones que no habian sido dados á la vida sinó para practicar la virtud.

La ociosidad fué en su principio, causa de innumerables males que trajeron un cúmulo de desgracias, que con escándalo, todos presenciábamos.

El juego subyugando á dos almas, habíalas convertido en espectros repugnantes y deleznables, por todos aborrecibles, y llegado á un