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XXVIII
PRÓLOGO.

Con tales datos, consignados en las obras mismas de IPANDRO ACAICO, no es creible que entre sus lectores haya alguno en Méjico que ignore su verdadero nombre. La amistad solícita lo divulga, la admiracion curiosa no tarda en descubrirlo, y llegará famoso á donde quiera que lleguen las obras de IPANDRO ACAICO. Sin embargo, como poeta y literato empéñase en sonar solamente como pastor de Arcadia, no como pastor de almas. «En el mundo literario (dice al Sr. Bárcena) deseo ser conocido únicamente con el nombre de IPANDRO ACAICO, y ruego á usted y á todos mis amigos que no me arranquen el tenue velo del seudónimo que me asignó la Arcadia de Roma. Creo poderlo exigir áun de mis enemigos. Ellos, mejor que yo, saben que es grande agravio en el carnaval y prueba de salvaje descortesía el llamar por su nombre ó descubrir al que lleve careta, por más que éste sea conocido y se le trasluzca el rostro bajo su antifaz.

Los críticos más mordaces en la civilizada Europa han respetado siempre el seudómino, y creo que no es demasiado pedir lo mismo en la República de Méjico.»

No conseguirá fácilmente IPANDRO ACAICO que el público respete su disfraz de pastor. Manos amigas, ó por necesidad imperiosa, 6 con la mejor voluntad, serán las primeras en hacerle traicion.

Agradecido dedica el poeta sus «Ocios» á la Real Academia Española; pero cuenta, que ella no consigna, ni podia consignar, entre sus correspondientes, el nombre del Arcade, sino del Prelado. El