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XXXI
PRÓLOGO.

lengua que entónces aún no habia nacido, estaban reservadas á sus obras en las vírgenes selvas de un Nuevo Mundo.

III.

Que los ministros del Altísimo que tienen talento poético empleen este don del cielo en cantar ias grandezas de la Religion y las glorias de la virtud, es cosa tan natural como laudable. La poesía fué siempre, con la música, auxiliar de la religion en la obra de civilizar las naciones. Parte considerable de la Sagrada Escritura, empezando por los cánticos de Moises, son libros poéticos: el incomparable de Job, los salmos de David, modelos de poesía verdaderamente lírica, la profecía de Isaías, majestuosa y sublime, son monumentales ejemplos de poesía sagrada. La austeridad cristiana, áun en los primeros siglos, no excluyó la poesía: Lactancio, Juvenco, San Próspero, San Gregorio Nacianceno escribieron poemas: 1los himnos de Prudencio ó de Santo Tomás de Aquino muestran cómo sirve el verso á confesar los dogmas de la Iglesia y solemnizar sus triunfos.

Hubo un tiempo en que, por ser los eclesiásticos naturalmente hombres de letras, se creyó que les era potestativo cultivar no sólo la literatura sagrada, sino todo género de literatura. En España especialmente, las letras en sus mejores tiempos estuvieron casi exclusivamente en manos eclesiás-