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XXXIV
PRÓLOGO.

Mas componer la sala me conviene Y mi lecho en su alcoba, y ver del modo Que el tercero aposento se previene, Que es grande, blanco y lleno de luz todo:

En éste, de mis bienes lo más rico- Mis apacibles libros-acomodo.

Este, suaves Musas, os dedico Al ocio docto, á las vigilias santas, Que me han de secrestar del siglo inico.

Y miéntras la ambicion y la cautela Apresuran las vidas en palacio Que á la corriente edad bate la espuela, Viviré yo en mí mismo á libre espacio Con Jerónimo, Ambrosio y Agustino, Y alguna vez con Pindaro y Horacio.

IPANDRO ACAICO, consultando sin duda la opinion de la época, y conociendo lo extraordinario y hoy tal vez excepcional de su condicion de Obispopoeta, experimenta algun recelo 6 rubor de presentar al público, bajo su nombre verdadero, una coleccion de poesías que, dicho sea en su honor, nada contienen que desdiga de la alta dignidad de que está investido. Florecillas sacadas del Breviario Romano, la canonizacion de los mártires del Japon, la consagracion de un Cardenal, una visita del Padre Santo al Colegio Romano, la primera misa de un sacerdote, y otros asuntos semejantes, merecen muy bien ejercitar el ingenio de un eclesiástico y de un mitrado: San Juan de la Cruz y Santa Teresa no hubieran escrupulizado tratarlos.

En las traducciones de los Bucólicos y en las de Anacreonte incluidas en los «Ocios», poeta mi-