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Evaristo Carriego

Preciso es continuar. Todas las dudas
que agobian la cabeza con su carga,
son grilletes fatales del cerebro
y su sitio mejor está en la espalda.
Arrojémoslas, pues. En el avance
hay un cóndor audaz que no se arrastra:
cóndor es la pasión, jamás sujeta,
de las vidas enfermas de ser sanas.
¡Con rumbo hacia lo azul: aunque deslumbre
lo intenso de la luz, hay que mirarla!
Los primeros fulgores,
quemarán, tras la noche de las ansias;
la primera visual que los descubra
ocultos en la sombra impenetrada,
así como una antorcha cuyo fuego
ardiese el brazo que la levantara.

¡Insanías de amor, que los enfermos
del manicomio de ese Ideal contagian!...
¡Locos, venid! Yo quiero aquí, en el canto,
soltar al viento un corazón con alas:
Los discretos normales podrán, sólo,
arrojarnos las piedras de sus lástimas...
¡No haya vacilación! El derrotero
se ha poblado de enérgicas constancias;
pero, porque no siempre en el peligro
hay carne de temblores libertada,
también es necesario