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Evaristo Carriego.
Valía la pena, por cierto. >
Y cuando empezaba:
« — Una noche...»
Se le heló en los labios la risa.
¡Ave María! ¡De qué modo
más raro miraba la prima!
Valía la pena, por cierto. >
Y cuando empezaba:
« — Una noche...»
Se le heló en los labios la risa.
¡Ave María! ¡De qué modo
más raro miraba la prima!