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Evaristo Carriego.

se retira de la mesa
sin decir una palabra...
Una palabra... Da pena
verlo sufrir en silencio.
¡Ah, cómo se te recuerda!
Abuelita, que está sorda,
si hablamos delante de ella
por nuestras caras conoce
que hablamos de ti. ¡La vieras!
Por la noche, al acostarnos,
es claro, los chicos rezan,
aunque no lo necesites
porque siempre fuiste buena
y no hiciste mal a nadie:
¡al contrario!
¡Una tristeza
nos da cuando recordamos
algunas diabluras nuestras!
Cuando pensamos las veces,
aquellas veces, ¿recuerdas?
que te hacíamos rabiar
de gusto, por mil zonceras...
Éramos un poco malos,
pero ahora que estás muerta
nos tienes que perdonar
todos aquellas rabietas,
y las bromas que te dábamos,
esos gritos a la puerta