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Página:Poesías de Garcilaso de la Vega (1919).pdf/156

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los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fué la causa de tal daño,
a fuerza de llorar crecer hacía
este árbol que con lágrimas regaba.
¡Oh, miserable estado! ¡oh, mal tamaño!
¡Que con lloralla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!

XIV

Como la tierna madre, que el doliente
hijo le está con lágrimas pidiendo
alguna cosa, de la cual comiendo
sabe que ha de doblarse el mal que siente,
y aquel piadoso amor no le consiente
que considere el daño que haciendo
lo que le pide hace, va corriendo,
y dobla el mal, y aplaca el accidente;
así a mi enfermo y loco pensamiento,
que en su daño os me pide, yo querría
quitar este mortal mantenimiento.
Mas pídemelo, y llora cada día
tanto, que cuanto quiere le consiento,
olvidando su muerte, y aun la mía.

XV

Si quejas y lamentos pueden tanto,
que el curso refrenaron de los ríos,
y en los diversos montes y sombríos
los árboles movieron con su canto;