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Página:Poesías de Garcilaso de la Vega (1919).pdf/157

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si convirtieron a escuchar su llanto
los fieros tigres y peñascos fríos;
si, en fin, con menos casos que los míos
bajaron a los reinos del espanto:
¿por qué no ablandará mi trabajosa
vida, en miseria y lágrimas pasada,
un corazón conmigo endurecido?
Con más piedad debría ser escuchada
la voz del que se llora por perdido,
que la del que perdió y llora otra cosa.

XVI

A LA SEPULTURA DE DON FERNANDO DE GUZMAN, SU HERMANO, QUE MURIO DE PESTILENCIA A LOS VEINTE AÑOS DE SU EDAD, ESTANDO EN EL EJERCITO DE NUESTRO CESAR CONTRA FRANCESES EN NAPOLES

No las francesas armas odiosas,
en contra puestas del airado pecho,
ni en los guardados muros con pertrecho
los tiros y saetas ponzoñosas;
no las escaramuzas peligrosas,
ni aquel fiero ruido contrahecho
de aquel que para Júpiter fué hecho
por manos de Vulcano artificiosas,
pudieron, aunque más yo me ofrecía
a los peligros de la dura guerra,
quitar un hora sola de mi hado.
Mas infición de aire en solo un día
me quitó al mundo, y me ha en ti sepultado,
Partenope, tan lejos de mi tierra.