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Siempre el gigante en vela! El cielo era la página sombría En que al débil fulgor de las estrellas Las misteriosas sílabas leía De su destino fiero; Y el errante cometa, Que en la lejana cumbre aparecia, Su torvo y taciturno mensajero.


De vez en cuando, oía Como ruido levísimo de espumas En las inquietas algas detenidas; Como el roce lijero De fantásticas plumas Que tocaban su sien calenturienta; Murmullo blando de hojas, De un árbol invisible desprendidas Despues de la tormenta.


No eran rayos de luna, Ni girones de niebla desgarrados Por el aire liviano: Era el coro armonioso De las gentiles hijas del Océano,