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IV
Una tarde.... ya el sol desfalleciá, Como herido impotente, En los brazos oscuros Del enorme fantasma de Occidente, Cuando sintió temblar la dura roca En que apoyó tres siglos la cabeza, y oyó en los aires, algo, Como un tropel de fieras Retozando del bosque en la maleza.
Inquieto y tembloroso,
Interrogó á las nubes que rodaban
Por el espado mudo,
Como jigantes témpanos de nieve
Que desprende impaciente
El huracan zañudo
Las nubes le dijeron
Que el Olimpo crujía,
Y que los viejos Dioses espiraban
En horrenda agonía.