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Recordación Florida. 61

pasó como lo refiere, y que el ejército español no tuvo embarazo en el progreso de esta jornada; mas, sin embargo, no pasó sin recelo: porque antes de llegar á Goathemala, todo lo que nuestros soldados hollaban eran tropas numerosísimas de cadáveres, sangre y despojos de los mismos muertos, que aunque eran indios, porque otro linaje de gentes no podía ser, sin embargo traía confusos y admirados á nuestros españoles, que, ignorando la causa, entraron en recelo al encontrar muchos escuadrones armados y en ordenanza de batalla, según su estilo, y alentados del són de sus flautas y caracoles que tocaban en semejantes ocasiones militares. Siendo en esta muy importante la gran prudencia de Alvarado, para portarse, en confusión semejante, y ir pasando á vista de tantas escuadras de guerra, que como se suspendieron y no le acometían, sin embargo de estas reseñas, su gran corazón le hacía pasar adelante: porque, aunque por esta parte tocaba estos accidentes marciales, por otra vía á cada paso muchas embajadas, regalos y agasajos del rey de Cachiquel ó Goathemala; pero se temía, escarmentado, no fuese esto lo sucedido con los caciques y embajadores convidantes para el pueblo de Utatlán, experimentado ya en el voltario natural de los indios, que había experimentado
desde Mexico.

Con estas dudas, acompañadas de prudentes recelos, caminó el heroico capitán D. Pedro de Alvarado mucho trecho de aquel camino, hasta que, encontrándose y dando vista al rey Sinacam, que lo era de Goathemala y de la generación de los Cachiqueles, se desmontó del caballo en que iba, y encaminándose para él, el Adelantado con muchas muestras de cortesía y estimación, y dándole en su mano una alhaja curiosa de plata, le dijo; «¿Por qué me pretendes hacer mal, cuando vengo á hacerte bien?» Pero el fiel Sinacam, entendiendo por medio de los intérpretes lo que se le decía, poniéndose algo severo y demudado, agradeciendo con cortés demostración la dádiva, con gran severidad respondió: «Sosiega tu corazón, gran capitán hijo del Sol, y fíate de mi amor;» y prosiguió su razonamiento, diciendo en