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Recordación Florida. 363

bores; en que parece que convenían en lo que el P. Torquemada dice que estilaban en semejantes ocasiones los indios del reino de Mechoacán.[1]

Pero luego que sus médicos le daban el aviso de su peligro, la primera diligencia que hacía era renunciar el reino en su hijo primogénito; encargándole el buen tratamiento de los súbditos y el premio de sus capitanes y consejeros, que son los que llaman ahaos; y hecha esta diligencia, se quedaba sin otro séquito que el de los familiares y sirvientes de su casa, sin que se permitiese que ninguno de aquellos señores entrase más á saludarle, aunque fuese muy inmediato en la sangre, gustando de morir solo y con tranquilidad; si era posible en quien no asistía la esperanza de ver á Dios: con que, en aquel tiempo que duraba, solos los médicos y los criados eran los que tenían la libertad de tratarle.

Luego que moria, la primera diligencia á que atendían aquellos principales de su cámara, y destinados para asistirle de cerca, ó como camareros ó como gentiles-hombres, era entregarse de aquel desdichado cadáver, que había sido depósito de una alma maldita, y le bañaban y purificaban con cocimientos de hierbas y flores aromáticas, sin usar de otras ceremonias ni unción que preservase de corrupción el cuerpo: porque no alcanzaron la preparación de los bálsamos, ni el modo de vaciar los interiores y poner la confección aromática para este efecto; que á saberlo, les fuera muy fácil y muy barato, por la abundancia de bálsamo, liquidámbar y otros aromas de que son copiosas estas partes. Vestíanlo después de ropas ricas y labradas, á la manera que usaba en vida, con las mismas insignias de que se ataviaba reinando; y de esta manera le acomodaban en un tablado, sobre paños labrados de colores vistosos de Chuchumite, que son tintas perpetuas y que hasta romperse no faltan. Estaba de esta suerte, con grande guarda de señores y principales, por término de dos días, que era el del llanto de sus mujeres, que

  1. Libro XIII, cap. xlvi, folio 563.