Página:Recordacion Florida Tomo I.pdf/50

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
discurso preliminar. XXXIX

é indetanizaciones que un comisionado de doña María Valenzuela, viuda de Pánfilo de Narváez, presentó contra los que habían combatido y vencido á éste y aprovechádose como despojo de guerra de cuanto en su armada llevaba. Por negarse á reconocer tan extraña exigencia, fueron presos cuantos conquistadores se hallaban á la sazón en capital, «que en las probanzas, dice Bernal Díaz, vieron fueron en ello, que pasaron de más de doscientos y cincuenta; y á mí también me prendieron, y nos sentenciaron en ciertos pesos de oro de tepuzque, y nos desterraron de cinco leguas de Mexico, y luego nos alzaron el destierro.» Verdad es que en cuanto se refería al novísimo Marqués del Valle, estaban unánimes y prontos siempre los leales conquistadores, aun aquellos que más servicios habían prestado y menos recompensas recibido, á defenderle decididamente, y más en aquella ocasión en que los ofensores no eran sino instrumentos de venganza y de codicia, que de los importantes cargos judiciales con que estaban investidos abusaban viciosa y torpemente.

Durante las demasías de Nuño de Guzmán, y hasta la vuelta de Cortés á Mexico, efectuada en 1530, y en todo el tiempo que invirtió el nuevo capitán general en hacer armadas y descubrimientos por la mar del Sur, permaneció nuestro Bernal Díaz en Guazacoalco, haciendo sus viajes á Mexico sólo cuando despertaban su curiosidad y le atraían sucesos de importancia, como la llegada de la segunda Audiencia presidida por el eminentísimo y bien reputado obispo D. Sebastián Ramírez de Fuenleal. Aquella ausencia del centro del movimiento político, que ha sido siempre el foco de los medros, fué seguramente la causa de que al infortunado conquistador no se le atendiesen sus servicios cual merecía; pues cuando otros arrastrándose subían, él desmedraba por digno, y confiado, y caballeroso y lleno de honra.

Ciertamente que el Marqués del Valle no andaba tampoco muy próspero en buena suerte, por haberle llegado el tiempo «en que no tenía ya ventura en cosa que pusiese la