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Página:Recordacion Florida Tomo II.pdf/139

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128 Biblioteca de los Americanistas.

deste santo ó del otro, que celebra nuestra Madre la Iglesia, que ellos no celebren con procesión, sermón y misa, de más ó de menos arancel en la limosna, según la grave solemnidad del día; que este es Guachibal: teniendo en sus habitaciones sitio y casa aparte con no despreciables adornos y culto de humos aromáticos y de matizadas flores donde está colocada la imagen del santo que cada familia celebra. En estos pueblos no es más ni es menos que en los otros del valle en cuanto á la costumbre asentada de los Guachibales, excepto en los de corto número de vecindad, mas se celebran los que según su posibilidad les permite; habiendo entre ellos indio que celebra al año todas las venerables y gloriosas festividades de la Virgen Santísima María Señora nuestra: devoción y ejemplo que aun entre españoles muy devotos resplandeciera como adorno y virtud maravillosa, y fuera digna de la inmortal memoria de la historia, y es más loable y heroica en estas gentes; pues de los padres pasa como herencia á los hijos, y así se van sucediendo de una generación en otra sin que jamás falte esta devota piedad en la familia que le dió principio, porque se continúa por herencia con la posesión de las tierras, casas y otros bienes que quedan por muerte de los mayores, mirándola no sólo como obligación, sino como rica alhaja y preciosa joya habida en el derecho y porción hereditaria. Y es así que las virtudes son los bienes verdaderos y que su resplandor alcanza á los sucesores, y en quien posee la virtud, se sigue gran consecuencia de nobleza, así se ve que los que asisten á estos sagrados cultos con las expensas de sus propios caudales son los más nobles y sobresalientes caciques de los pueblos; habiendo en cada Calpul, ó linaje de los conocidos por principales, cuatro ó cinco Guachibales repartidos en los de más lucido y asegurado caudal, y que en la duración de la vida temporal aventajan á los demás. En el pueblo de Amatitlán conozco y conocen muchos á D. Juan García, indio sacristán, que desde su puericia sirve aquella sacristía, que cuenta hoy ciento diez años de edad, gozando en su familia más número de ochenta descendientes suyos.