atado á la extremidad de la cuerda; y haciendo también muy compasados y excelentes movimientos, pero mayores los que vuelan y van abajo, por llevar las manos y los pies libres, respecto á que los otros se sostienen y afirman con los pies en la maroma, y unas veces con una mano y otras con otra, y de esta suerte llegan á el mismo tiempo á el suelo. Pero á este tiempo es cuando en ellos se teme y recela el mayor peligro, porque no siempre vienen á el suelo de pies, sucediendo algunas veces caer de cabeza ó de pechos, maltratándose mucho; porque mientras dura el vuelo de los otros, ó el viento ó fuerza que tomó la maroma, los lleva arrastrando mucho tiempo. Y ya ha habido ocasión que en el pueblo de Esquintepeque se mató uno de los que volaban; pero lo que más admira y asombra es el indio que está en la punta, que como allí es el centro de la esfera que forma y ocasiona el círculo de aquel vuelo, las vueltas que da son no solamente repetidas, pero instantáneas, ponderando la suma resistencia y fortaleza de la cabeza de semejantes hombres, que además de hallarse á tanta eminencia, con tantas vueltas no se desvanece y perturba. Esta es la fiesta del Volador, que entre estos indios de Goathemala es de sumo regocijo y aplauso festivo entre ellos, y aun para nuestro divertimiento no es de menor ocasión, pues estos que han volado una vez, vuelven á el palo otra y otra vez y vuelan incansables y festivos cuanto dura el término y horas de la tarde.
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