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Página:Recordacion Florida Tomo II.pdf/17

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6 Biblioteca de los Americanistas.

montaña, siempre umbrosa y tejida por la ramazón de tanto infinito número de robustos y levantados árboles, á cuya causa este camino queda asombrado y sin el beneficio de enjugo, de que necesita para consumir y gastar la húmeda materia de greda, que se ocasiona de las continuas y delgadas pluvias que el Norte á modo evaporable le envía, rebalsándose de la llanura de calidad de barrial encendido en roja naturaleza, que al trillo de un frecuente pasaje, queda todo lo transible de tan prolijas leguas alagado y casi impertransible, por quedar convertido en pantanos y atolladeros, y unas sartenejas estrechas y profundas, en que apenas hay caminante, aun los más asegurados en mulas muy castizas, que no dé peligrosas caídas; y en muchas ocasiones se ha visto que algunas de estas alentadas y fuertes bestias han quedado ahogadas en lo líquido y congregado de aquella rubia materia de barro, sin ser reparable este daño con ninguna industria del arte. Mas aunque en esta peligrosa senda se padece por lo voraginoso y destemplado de su constelación, se halla mucho divertimiento en lo delicioso del país, porque en lo breñoso de su pompa se ven diversas y singulares suertes de pájaros, fuera de grande copia de pavas que en esta montaña empollan y crían, á que acompaña una traviesa suma de monos, unos negros y otros alazanes, muchas ardillas, comadrejas, guatuzas y otros muchos animales que tienen su rústica habitación en tan capaz y libre territorio.

Por esta peligrosa y difícil senda hizo tránsito nuestro ejército español cuando la guerra de Petapa, y cerca de ella se mantuvo la batalla que queda referida. Volviéndola á recordar ahora por ser éste, no sólo el sitio más peligroso, sino uno de los en que fueron acometidos sangrientamente aquellos pueblos rebelados, pues dice mi Castillo[1] fueron combatidos y acosados de ellos entre Petapa y Guanagazapa, que en aquella parte de llanura que llamamos Cerro redondo, á donde terminan y concluyen las seis leguas de este des-

  1. Bernal Díaz. - Capítulo clxxxix, fol. 236.