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Recordación Florida. 61

y por la docilidad y fácil suavidad de la naturaleza de aquel metal de barro y más propia y verdaderamente jaboncillo envuelto en cristalinas y transparentes guijas; y habiéndole traído á su celda, un vecino de este pueblo de San Pedro, llamado Diego Gómez, natural de las minas de Pachuca del reino de Mexico, le dijo que aquel era jaboncillo rico de plata, y la guija lo que los mineristas llaman diente de perro. En fin, tanto instó y tan eficazmente persuadió este sujeto al religioso, que habiendo bajado á esta ciudad de Goathemala, trajo consigo cantidad de tres libras deste metal jaboncillo, y le entregó al Licenciado Cristóbal Martín, presbítero maestro de masonería y inteligente de metales por el beneficio de azogue; quien trató de experimentar y beneficiar este metal, y volviendo el religioso á la casa del clérigo fundidor, le entregó en un papel lo que había dado el metal, que era un grano de plata copella muy lustrosa, de poco más de medio real de peso, y con él siete rubíes de la proporción y tamaño de una lenteja cada uno, que todo ello lo tuve en mis manos, y oí al clérigo excelencias de suma ponderación acerca destos metales. Pocos días después deste descubrimiento eligieron al religioso por prior del convento y casa grande de Goathemala, con que cesó el fervor y labores deste rico y singular descubrimiento, que verdaderamente por la falta de ánimos y poco fomento que estas cosas tienen, dejan de hacerse cada día maravillosos y útiles descubrimientos; no porque la tierra en lo general de su naturaleza y materia próxima no sea mineral y que promete grandes y estimables tesoros, como declararé en la Segunda y Tercera parte desta mi relación. El religioso á quien sucedió lo que refiero vive hoy y administra el pueblo de San Juan deste valle Sacattepeques, no habiendo quien no conozca al P. Maestro fray Francisco de Paz y Quiñones; y consta lo que acabo de escribir al P. Maestro fray Diego de Rivas, Provincial de la orden Mercenaria, á fray Alonso Serrano de este dicho orden, y al capitán D. Antonio de Quirós, quienes como yo tuvieron en sus manos los rubíes y la plata. Ahora, al principio de este año de 1690, se han descu-