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Página:Recordacion Florida Tomo II.pdf/89

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78 Biblioteca de los Americanistas.

que ha mas de veinticinco años que con pelear cada año y hacer todo su posible no les han podido ganar nuestros españoles cuasi un pie de tierra, porque perdido una vez el miedo á los caballos y arcabuces, sabiendo que el español cae también con la pedrada y con la flecha, atrévense los bárbaros y éntranse por las picas y hacen su hecho. Cuantos años ha que en la Nueva España se hace gente y va contra los chichimecos, que son unos pocos de indios desnudos, con sus arcos y flechas, que hasta el día de hoy no están vencidos, antes cada día más atrevidos y desvergonzados: ¿pues y los Chuchos y Chiraguanas y Pilcozones y los demás de los Andes? ¿No fué la flor del Píru llevando tan grande aparato de armas y gente como vimos? ¿y qué hizo? ¿con qué ganancia volvió? Volvió no poco contenta de haber escapado con la vida, perdido el bagaje y caballos cuasi todos. No piense nadie que diciendo indios, ha de entenderse hombres de tronchos, y sino, llegue y pruebe.» Hasta aquí la erudición y verdad del P. Acosta. A que añado para mi intento, por lo tocante á este reino de Goathemala, que en ciento y sesenta y cinco años no ha habido quien acometa á las provincias de que tenemos cercadas nuestras poblazones, estándose como se estaban el Lacandon, el Chol, el Manche, el Hicaque, la Talamanca, Taguizgalpa y las Borucas, de quien diré en la Tercera parte lo que se ofrece acerca de su gran riqueza, en especial de su pesquería de perlas; y vemos que solo el sargento mayor D. Bartolomé de Escoto, natural destas provincias, ha acometido y arrostrado a tan loable empresa, gastando largo y florido patrimonio de sus hijos y todo el tiempo de sus años, sin haber conseguido arriba de setenta ú ochenta familias de Hicaques, que ha reducido. Baste lo dicho para introducir en los ánimos desaficionados, que estas conquistas fueron tan trabajosas y arriesgadas como las más arduas del mundo.

Recelar en la contingencia es prudencia del valor, y fiar del enemigo, sueño del entendimiento. Bien discurría don Pedro de Alvarado cuando á cada numeroso pueblo que reducía dejaba un alentado militar presidio que lo aseguraba,