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telectuales que tiende a promover, y que llega á ser nocivo à las clases inferiores que solo toman de ella medios de perjudicar; al paso que la misma excitacion mental producida por tales estudios, los saca de su esfera social, y perturba el órden fisico y moral de los pueblos. La instruccion primaria es necesaria a todas las clases para su existencia y su adelanto, pero la educacion es la única capaz de mejorar su moralidad y de dirigirlos por la senda de la virtud. La instruccion superior es conveniente à las sociedades, pero debe ser privativa de los individuos que pueden ser útiles con ella, y solo en el número correspondiente á las necesidades de las naciones. «El mal de la instrucciun, dice Mr. Moreau Christophe, procede del modo como se proporciona, y no de ella misma. El modo actual vicia la semilla en su gérmen, y hace producir al suelo frutos inutiles y peligrosos. En nuestras escuelas toda la enseñanza se sacrifica al agrado del cuerpo, de la memoria y del talento; nada se reserva para las virtudes del corazon. Puede Ralirse sabio de tales institutos, pero seguramente no se sale virtuoso. Y ¿qué vale la ciencia sin la moral?» Continúa el señor de la Sagra copiando otro trozo de Mr. Moreau Christophe, y ponderando la necesidad de la educacion moral y religiosa, y despues añade: Lo que si es cierto, constante y demostrado por la teoría y la experiencia, es que el vicio y el crímen siempre están unidos á la irreligion, y que en infinitos casos la irreligion conduce à la miseria y siempre á la desgracia. La irreligion, señores, que supone la falta de la fé, de la esperanza y de la caridad, virtudes sublimes cuanto necesarias para la ventura del hombre y la paz de las sociedades, destruye todas las semillas del bien y derrama todos los gérmenes del mal.

Ya lo ven nuestros lectores, no son ya solos los jesaitas los frailes y los clérigos los que invocan