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Parece que debiéramos estar plenamente satisfechos de la civilizacion que hemos alcanzado; pero aun cuando es cierto que hemos marchado á largos pasos, ni todo lo que brilla es oro, ni todo lo que halaga los sentidos satisface del mismo modo al corazon.

Nuestro progreso material es evidente, y conservando la paz nada pudra detenerlo en sú rápido desarollo; péro ¿es igualmente satisfactorio el adelanto moral, y completo el intelectual?

No basta para conocer perfectamente á un pueblo tener datos sobre su historia, su geografia, sus instituciones su poder, su comercio y su industria. No conoce la Grecia, como dice un sabio, quien la contemple solo en Maraton y en Queronea; es necesario penetrar en las escuelas para razonar de Dios con Platon, de virtud con Sócrates, de cosmogonia con los pitagóricos, de clemencia con Górgias, de Higiene con Hipócrates; es preciso haber recorrido, desde los jardines de Epicuro hasta el tonel de Diójenes, desde las cenas de Esparta á los mercados de Corinto, desde el estudio de Lidias á los talleres de Mileto.

Por consiguiente, para conocer la República Argentina es tambien indispensable observarla atentamente y fijar la consideracion no solo en las manifestaciones de una vida lozana y vigorosa sino tambien descubrir los sintomas y gérmenes de corrupcion y muerte que pueden encontrarse en nuestra patria.

Nosotros pues, proponiéndonos medir el grado de civilizacion que poseemos, estudiaremos en sus respectivos capítulos, nuestra inteligencia, nuestra moralidad, y nuestro bienestar y antes de emprender nuestra tarea oigamos al inmortal Balmes emitir sus luminosas ideas sobre la verdadera civilizacion.