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so PACINAS INMORTALES

Llegado el momento de la solemne recepción, el Giuneral Balearce, Comandante del ejórcito auxi- line, y el Doctor Castelli, representante de la Junta de Buenos Aires, seguidos de numerosa comitiva de Jefes y Oficiales se encaminan al Palacio Consisto- rial, donde tenían preparado alojamiento, y upenas revibides, una diputación compuesta del bello sexo, manifestá deseos de cumplimentar á los héroes de aquella incmorable jornada.

Encabezaba el grupo de señoras y niñas, una de las jóvenes más distinguidas de Chuquisaca, la se- ñorita Mervedos Tapia, eriolla de peregrina belle- sa y elevadas dotes intelectuales.

Esta niña, cuya abundante y sedosa cabellera ne-

gra contrastaba puéticamente con la blancura in- macnlada de su sencillo vestido, se adelantó al es- trado en que se hallaban logs patriotas, con adema- nes de ama dignidad natural que realzaba su deli- eada figura, y con vibrante voz pronunció una en- tusiasta arenga en la que campeaban frases tan con- movodaras 2mn9 ústas: “¿Cómo ha sido posible, —dijo, recordando los á la patria,- que por tanto tiempo sufriá- semos el ignominioso espectáculo de ver á nuestros compatriotas degradados al extremo de tener que renunciar á las nobles prerrogativas «que los elevan en nuestra estimación ?

    • Quiénes son los que así encadenaron las fuer-

zas Físicas y mentales de nuestros padres, hermanos y amantes?.., Unos hombres vulgares, rapaces, sin oducación, sin moral!

“*¿0s someteréis por más tiempo al oprobio de ser esclavos de gente advenediza ? ¿ Consentiréis que