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Cuando un Tigre pesca, dicen, se abstrae de tal modo en ello, que no observa que el Zorro, por detrás de él, le roba todos los peces que ha ido echando fuera del agua. Este cuento está muy generalizado entre la gente isleña y costera, pero no pasa de una simple fábula.

El Tigre, ya llevado por su aficion á la pesca, ó por las necesidades de la caza, no deja de tomar posesion de los grandes camalotes fijos ó desprendidos de la masa comun. En estos últimos se embarca y aprovecha la parte flotante para transportarse á grandes distancias aguas abajo.

Hay muchos que llegan á la provincia de Entre Ríos y áun á la de Buenos Aires de este modo, y que se supone con fundamento vengan del Chaco.

Aun cuando el Tigre es un excelente nadador y que en cualquier momento podría dejar su curiosa embarcacion, lo que haría suponer por esto que sus migraciones son voluntarias, me inclino á pensar en cambio que no.

Creo que una vez en marcha el camalote, y cuando toma por la canal, el Tigre embarcado sobre él no dejará de experimentar cierta prevencion en abandonar su refugio flotante en presencia de la anchurosa faz titilante del río, cuyos variados mirajes han de imponerle seguramente, exagerando la distancia de las costas.

Y entónces, nuestro Carnicero, á pesar del buen apetito que las brisas del Rio le proporcionen, no se atreverá á abandonar su balsa y se dejará transportar sendas leguas, como lo hace, hasta que el camalote, impulsado, ya sea por el viento, ó por la misma corriente, se aproxime á alguna isla ó costa para que él se anime á desembarcar.

Lo que dejo expuesto anteriormente, lo asevera el hecho de que todos los que han visto tigres viajando en los camalotes que han encontrado durante la navegacion, ha sido en una misma posicion, es decir, sentados sobre las patas traseras y con la mirada fija hacia adelante, como prestando toda su atencion á la esperanza de pisar un terreno más firme, lo que me hace suponer que el Tigre, en esas condiciones, no debe llevarlas todas consigo, y de allí que su emigracion hácia el Sur, por los grandes rios, en camalotes, deba ser involuntaria.

Dejemos al Tigre en tierra firme y observemos su modo