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Página:Rojeces de Marte.djvu/17

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¡ES LA GUERRA!


Un cielo heterodermo, álgido el aire;
los campos dormilentos y vacíos;
una luna tamaña de un albaire,
sin labriegos los tristes caseríos.

La noche, como un tigre, paso a paso
se acerca; ya la luna se perfila
y la arboleda, a su fulgor escaso,
la ruta melancólica vigila.

¡Ni un canto, ni una risa, ni un ladrido...!
De la aldea, del pueblo y las montañas,
los hombres y las bestias han huído...

Reina una paz de cementerio agreste.
¡Es la guerra, la guerra sin entrañas,
hermana del incendio y de la peste!


1915.