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EL AÑO 1916
Saltan los bosques hechos astillas;
surcos enormes rajan la tierra;
huyen los hombres, arden las villas;
clamor de angustia, gritos de guerra!
¡Ya no hay crepúsculos suaves, risueños;
ya no hay arpegios de ruiseñores;
ya no hay canciones, ya no hay ensueños,
sino metralla, sangre y rencores!
Y el año expira y el año nuevo
viene impregnado también de saña
—del año viejo digno renuevo—.
¡La Muerte en medio de tanto escombro
pasa a lo lejos con su guadaña
como un labriego, la azada al hombro!
Diciembre 31 de 1916.