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ROMANCERO DEL CID

Llorando estaba sobre él
toda la flor de Castilla;
don Rodrigo de Vivar
es el que más lo sentía;
con lágrimas de sus ojos
d’esta manera decía:
—¡Rey don Sancho, señor mío,
muy aciago fué aquel día
que tú cercaste á Zamora
contra la voluntad mía!
Quien te lo aconsejó, Rey,
á Dios ni al mundo temía,
pues te fizo quebrantar
la ley de caballería.—
Y viendo el hecho en tal punto,
á grandes voces decía:
—Que se nombre un caballero,
antes que se pase el día,
para retar á Zamora
por tan grande alevosía.—
Todos dicen que es muy bien;
mas nadie al campo salía.
Témense de Arias Gonzalo
y cuatro hijos que tenía,
mancebos de gran valor,
de gran esfuerzo y estima.
Mirando estaban al Cid,
por ver si lo aceptaría,
y el de Vivar, que lo entiende,
d’esta manera decía:
—Caballeros fijosdalgo,
ya sabéis que non podía
armarme contra Zamora,
que jurado lo tenía;
mas yo daré un caballero
que combata por Castilla,