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ROMANCERO DEL CID

acompañan á su madre
ofreciendo rica ofrenda.
Cantada que fué la misa,
el abad y monjes llegan
á bendecir el pendón,
aquel de la Cruz bermeja.
Soltó el manto de los hombros,
y en cuerpo, con armas nuevas,
del pendón prendió los cabos
y d’esta suerte dijera:
—Pendón bendecido y santo,
un castellano te lleva,
por su rey mal desterrado,
bien plañido por su tierra.
Á mentiras de traidores
inclinando sus orejas,
dió su prez y mis fazañas:
¡desdichado dél y d’ellas!
¡Cuando los reyes se pagan
de falsías halagüeñas,
mal parados van los suyos,
luengo mal les viene cerca!
Rey Alfonso, rey Alfonso,
esos cantos de sirena
te adormecen por matarte:
¡ay de ti si no recuerdas!
Tú Castilla me vedaste
por haber folgado en ella,
que soy espanto de ingratos,
y conmigo non cupieran.
¡Plegue á Dios que no se caigan,
sin mi brazo, tus almenas!
Tú que sientes, me baldonas;
sin sentir, me lloran ellas.
Con todo, por mi lealtad
te prometo las tenencias