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LXII





or la mano prende el Cid,
no con rigor ni con saña,
al joven Martín Peláez
que fuyó de la batalla,
y por mejor reprendelle
de su cobardía mala,
se sienta á su mesa y dice
con amorosas palabras:
—Yantemos en uno juntos,
que non he sabor ni gana
que yantedes con los grandes
que han ganado con su espada;
yantad en esa escodilla,
que el uno al otro se llama,
yo por no ser bueno os quiero
á mi lado y á mi estancia: