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ROMANCERO DEL CID

como eran sus mujeres
entregáraselas yo.
¡Ay en medio del camino
cuán mal paradas que son!
Hallólas un caballero
(¡déle Dios el galardón!)
á la una dió su manto
y á la otra su ropón.
Hallólas tan mal paradas
que de ellas hubo compasión.
Allí respondieron los condes
una muy mala razón:
—Mentides, el Cid, mentides,
que non éramos traidores.
Levantóse Pero Bermúdez
el que las damas crió,
y al conde que esto hablara
dióle un grande bofetón.
Allí hablara el rey
y dijera esta razón:
—Afuera, Pero Bermúdez,
no me revolváis quistión.
—Otórganos campo, rey,
otórganoslo, señor,
que con muy gran dolor vive
la madre que las parió.—
Ya les otorgaba el campo
ya les partía el sol.
Por el Cid va Nuño Gustos,
hombre de muy gran valor,
con él va Pero Bermúdez
para ser su guardador.
Los condes como lo vieron
no consienten campo, non.
Allí hablara el buen rey
bien oiréis lo que habló: