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LXXXVIII





l temido de los moros,

aquella gloria de España,
el que nunca fué vencido,
el rayo de las batallas,
ese buen Cid Campeador,
defensor de nuestra patria,
espejo de capitanes,
y de traidores venganza,
en las Cortes de Toledo,
do le fueron entregadas
ante el Sexto rey Alfonso
por los Condes las espadas,
así fablaba con ellas
sin hartarse de mirallas:
—¿Dó estáis, mis queridas prendas?
¿A dó estáis, mis prendas caras?
No caras porque os compré
por dinero, oro ni plata;
mas caras porque os gané
con el sudor de mi cara,
al rey moro de Marruecos,