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ROMANCERO DEL CID

»y de mí no siendo oída,
ȇ dar principio al combate
»fueron, aunque lo temían.
»Partióles el campo luégo
»un rey de armas, con insignias
»del terrible ministerio
»que administrándoles iba.
»De tres en tres en sus puestos
»se pusieron, recogidas
»las riendas á los caballos,
»las lanzas apercibidas.
»Contra el conde don Fernando
»que á la victoria se aplica,
»Martín Antolínez fué
»fuego echando por la vista.
»Á don Diego el otro hermano,
»que encendió la horrible cisma,
»le cupo Pero Bermúdez
»para la batalla esquiva;
»Nuño Bustos de Linzuela,
»ardiendo en honrosa ira,
»se opuso con Suer González
»autor de la alevosía.
»Cuando ví tres contra tres
»en dos hileras distintas,
»la lid de los Curiacios
»se me figura que vía.
»Á este punto el ronco són
»de la trompa les avisa
»que dén principio á la lid
»para el fin que pretendían.
»Arremetieron á una
»todos, la señal oída,
»cada cual con el contrario
»que enfrente de sí tenía.
»Don Fernando y Antolínez