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ROMANCERO DEL CID

el santo cuerpo del Cid,
aguardó que el rey se acerque.
Aderezóse entre tanto,
como en procesión solemne,
y con la insignia del Cid
sale para cuando llegue.
Al són de las roncas cajas,
marchando de siete en siete,
al rey que llevan en medio
miran ufanos y alegres,
tremolando las banderas
junto al rey, que alegremente
en ellas ponía los ojos
como en su mayor deleite.
Yendo el valiente don Sancho
marchando con sus jinetes,
llegó donde el santo abad
le aguardaba alegremente.
Puso en tierra las rodillas
diciendo:—Rey, no desprecies
mi razón, ni á la voz mía
tu justo oído le cierres.
Bien sabes, valiente rey,
y cuántos estáis presentes,
que esa presa es de cristianos
y no es justo que la lleves.
Las guerras que traen contigo
son causa para ponerte
siempre la espada en la mano,
por su daño, y con sus muertes.
Muy bien pudiera excusarse
la sangre que d’ellos viertes,
con que volvieras la espalda
á los moros que nos vencen.
Mira, buen rey, esta insignia
que es del Cid de quien desciendes,