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ROMANCERO DEL CID

eran de grana de polvo
y de vaca los zapatos,
con dos hebillas por cintas
que le apretaban los lados;
camisón redondo y justo
sin filetes ni recamos,
que entonces el almidón
era pan para muchachos;
con jubón de raso negro,
ancho de manga, estofado,
que en tres ó cuatro batallas
su padre lo había sudado.
Una acuchillada cuera
se puso encima del raso,
en remembranza y memoria
de las muchas que había dado;
una gorra de Contray
con una pluma de gallo;
llevaba puesto un tudesco
en felpa todo forrado;
la tizona rabitiesa,
del mundo terror y espanto,
en tiros nuevos traía,
que costaron cuatro cuartos.
Más galán que Gerineldos
baja el Cid famoso al patio,
donde Rey, Obispo y Grandes
en pié estaban aguardando.
Tras esto bajó Jimena,
tocada en toca de papos,
y no con estas quimeras
que agora llaman hurracos.
De paño de Londres fino
era el vestido bordado;
unas garnachas muy justas
con un chapín colorado;