vivir, beber, amar y gozar. ¿Quién si se tiene siquiera un año por delante? Esto dicho, ó simplemente sentido, el noble toma la cosa á pechos; duplica sus lacayos, compra caballos, enriquece mugeres, ordena fiestas, paga orgías, disipa, da, vende, compra, hipoteca, compromete, devora, se entrega á los usureros, y quema su fortuna por sus cuatro puntas. El día menos pensado, la desgracia le golpea la puerta. Es que, aun cuando la monarquía corriese por la posta á todo escape, él se ha arruinado antes que ella. La ruina está consumada. De toda aquella luminosa vida, ya nada queda, hasta el humo se ha evaporado: cenizas y nada más. Olvidado y abandonado de todos excepto de sus acreedores, el pobre noble se hace aventurero, espadachín y gitano. Se hunde y desaparece entre la multitud, gran masa opaca y negra que hasta entonces sólo había entrevisto de lejos á sus pies: en ella se hunde y se refugia. No hay más oro; pero le queda el sol, esta riqueza de los que nada tienen. De la alta sociedad, desciende hasta la más ínfima, con la cual se aviene; se burla de un pariente ambicioso que es rico y poderoso; se hace filósofo, y parangona los ladrones con los cortesanos. Por lo demás es bueno, valiente, leal, inteligente; tiene algo de poeta, de hombre del pueblo y de príncipe; se ríe de todo, haciendo apalear por sus camaradas á la ronda, como antes lo hacía por medio de sus sirvientes, sin poner mano en ello; combina con alguna gracia en su manera de ser, la insolencia de cíngaro con la impudencia del mar-