más patente nuestra idea, una comparación sumamente atrevida; el Monte Blanco, visto de la Croixde-Flechères, no se parece al Monte Blanco visto de Sallenches; y sin embargo, siempre es el Monte Blanco.
Del mismo modo, para descender de una gran cosa á una muy pequeña, este drama, del que hemos indicado el sentido histórico, ofrecería una figuración distinta si se le considerase de un poco de más altura; del punto de vista puramente humano. Entonces don Salustio sería el egoísmo absoluto, el sobresalto sin descanso; don César, su adversario, sería el desinterés, la indiferencia; en Ruy Blas se vería el genio y la pasión comprimidos por la sociedad y elevándose tanto más cuanto la presión es más violenta; la reina en fin, sería la virtud minada por el tedio.
Mirado bajo el punto de vista puramente literario, el aspecto de esta idea, intitulada Ruy Blas, cambiaría también. Las tres formas soberanas del arte podrían aparecer personificadas y resumidas: don Salustio sería el drama, don César la comedia, Ruy Blas la tragedia. El drama anuda la acción, la comedia la complica, la tragedia la desata.
Todos estos aspectos son exactos y verdaderos, pero ninguno de ellos es completo. La verdad absoluta está únicamente en el conjunto de la obra. Que cada uno encuentre lo que busca, y el poeta, aunque de ello no se lisongee, habrá conseguido su objeto. El argumento filosófico de Ruy Blas, es el