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Prefacio

sión se torna irresistiblemente filosófica, sin ne- cesidad de largas reflexiones ni moralejas, bas- tando que surja la psicologia del personaje para provocar un juicio o apreciación moral en el lec- tor. En esos Orígenes de Taine, á que acabo de aludir, no hay una sola consideración á lo Montesquieu: allí, la ciencia reemplaza á la eru- dición, como el arte á la «literatura, y la psico- logia precisa toma el lugar de la vana «filosofia de la historia). La tragedia griega, admirable bosquejo artistico, necesitaba de un coro siempre presente en el proscenio, para extraer la filosofía de cada peripecia y formularla ante el especta- dor. El drama shakspeariano suprime el coro, que no le hace falta para infundirnos angustia y terror, ni ha menester el poeta intervenir en el conflicto de sus personas: basta mirar sus actos y escuchar sus palabras para que la enseñanza filosófica se desprenda de la evocación soberana y de la palpitante realidad.

Podrán causar extrañeza estas cavilaciones, precediendo un pobre ensayo biográfico que con toda sinceridad declaramos insuficiente; pero no hay inoportunidad para las reflexiones útiles á pesar del conocido aforismo de Horacio. Confieso, por otra parte que, al discurrir este ensayo, tenía mayor intento del que he logrado realizar. In tenui labor, decía el otro gran poeta, de la abeja que, antes de elaborar su miel, resuelve con infa- lible instinto un problema de geometría. Así, hu- hiera deseado que en sus modestísimas propor- ciones este pabellón aislado tuviera los mismos requisitos que deben llenar otros edificios más ambiciosos: quiero decir que, sobre sólidos ci. mientos y substructura invisible, habría de al- zarse del suelo la obra, severa y esbelta en su pe- queñez, sin que en ella se echara de menos la in- formación completa, ni la adecuada filosofía, ni, acaso, la preocupación artística. Lo insuficiente de la realización nada prueba contra la bondad del intento, y no es censurable que el escritor ten- ga á la vista un isleal superior á su alcance. A las