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SESION DE 26 MARZO DE 1827

hacerse, ántes de cuatro horas, pueden estar sobre la rada. ¡Oh cuán gran ventaja para la Nacion, sin costo del Erario tener defendida con un ejército permanente de cuatro mil hombres esa importante puerta de la República!

Con la misma fuerza quedan potentísimamente defendidos los desembarcaderos de Concon i Herradura, cuya aseguracion es tan necesaria como la de Valparaíso, porque éste por esos puntos puede ser tomado a pié enjuto, inofenso, burlándose de sus baterías la escuadra agresora.

De modo que la naturaleza ha colocado estos tres pueblos en tal disposicion, que deben formar un solo cuerpo i auxiliarse recíproca i prontísimamente, si no quieren ser presa del primer invasor marítimo que se presente. Empero, disgregarlos unos para una intendencia, otros para otra, es contrariar su exijencia natural, es debilitarlos i ponerlos como oveja maniatada a la codicia del mas pronto depredador que los divise. I entónces ¿qué es de la Nacion? Engrosado el enemigo con la riqueza, víveres i jentes que suministran estos pueblos, al primer paso, cae bajo de la cuchilla la corte i tras de ella los demás pueblos i provincias.

¿I a esto preparará ocasion i oportunidad la alta sabiduría de la Representacion Nacional?

Nó; ni se imajine. Nuestros ilustres lejisladores saben aun por la ordenanza de intendentes, que el fin de distribuir en provincias los Estados de América ha sido el ponerlos en buena órden, felicidad i defensa. Pero el buen órden i defensa nacional no se presentan tan posibles con sujetar estos pueblos de la costa a intendencias de lo interior, ya por las razones alegadas, ya porque esos intendentes en una improvista invasion naval no pueden impartir a la distancia súbitas providencias con que propulsarlas. Interin se les dirijen los partes i se reciben las respuestas, el enemigo ha perfeccionado su desembarque, deprodado i destruido los puertos i pueblos mas vecinos a la ribera.

Fíjese la vista prescindidamente en Quillota, ciudad que, en recta línea, solo dista del piélago cuatro a cinco leguas. A esta ciudad se ha dado por metrópoli la de San Felipe, que en el estremo opuesto de la República colinda su parroquia i territorio con el ultramontano de Mendoza i tan cercanamente que se halla situada a las seis o siete leguas de la Cordillera de los Andes, hito divisorio. Cuando Quillota pida auxilio a esa ciudad lejana e impetre órdenes de su intendente ¿podrá recibir ni uno ni otra con la prontitud i vigor que de Valparaíso? Asimismo a los habitadores de este puerto será tan espedito en un asalto o inesperada escursion pedir auxilios a Santiago, en recibirlos como mandarlos pedir de Quillota, donde los tienen a un paso en procinto a su disposicion.

No consideremos a la República en el estado actual sin enemigo esterno, sino en el sucesivo en que ha de existir, siempre sujeta a los contrastes de la ambicion. Pues ¿que hai alguna imposibilidad de que en el Perú domine Bolívar u otro jeneral tan ambicioso que aspire a enriquecer su reino con la preciosa alhaja del de Chile? I en tal caso ¿quién podrá asegurarnos de que no se combinará con Mendoza, San Juan i otros pueblos ultramontanos para que se impresen hostilmente por los Andes, al mismo tiempo que él lo verifica por las costas de Valparaíso i Quillota? La política impone se halle tan asegurada la República e inconquistable de las naciones aliadas como de las que nos declaren guerra. Pues el que hoi es un amigo puede no serlo mañana. De aquí aquel precepto de la ordenanza militar, que prescribe tan dilijente servicio en tiempo de paz como al frente del enemigo. Con que estará perfectamente dispuesta la República con un intendente en San Felipe, que cuide de hacer impenetrables las embocaduras de los Andes i otro en Valparaíso que, con igual actividad, no deje poner pié sospechoso en toda la costa Vecina.

No ménos imperiosamente exijen i reclaman esta providencia la necesidad i conveniencia de los pueblos interesados. La riqueza de Quillota orijina del mercado de Valparaíso, i los que habitan este puerto no pueden existir sin los frutos i producciones quillotanas. Con esto viven los de uno i otro pueblo con recíproca dependencia i necesitados a conservar siempre las mas estrechas e impenetrables relaciones, lo que no puede verificarse sin estar sujetos a una misma intendencia, bajo una misma constitución provincial i leyes municipales.

No solo eso, cuando todos los ciudadanos recurrentes son perjudicados en los costos del viaje i permanencia en la metrópoli en prosecucion de sus negocios, los de Quillota lucran ocurriendo a Valparaíso, pues habiendo de ir allá a vender sus frutos aprovechan ese viaje i detencion en Valparaíso para instruir i activar sus recursos fuera de que la cercanía los redime de toda dificultad i molestia.

Mas, todo lo contrario acontece, ocurriendo a San Felipe, a donde nada pueden llevar que vender, pues los frutos del país en que consiste toda su riqueza son los mismos i de igual calidad que los producidos en Quillota, i por el mismo principio nada tienen que comprar allí.

Demás, a mas el viaje a San Felipe es incomparablemente mas dilatado i penoso por intremediar un rio que en sus crecientes es intransitable, dos difíciles cuestas i un áspero camino por vegas de rio que inutilizan la mejor caballería.

No se cansará Quillota de lamentar que, cuando se trata de la felicidad de los pueblos, se le compela a tener por metrópoli a San Felipe, ciudad de quien nada espera ni puede recibir, i se la impela a ocurrir en sus recursos allá donde, despues del acervo camino, no encuentra ni siquiera un abogado que le instruya un pedimento, ni un literato con que consultarse, ni cosa alguna que le sea útil. Que, para dirijirse al Eje