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SESION DE 28 DE MARZO DE 1827


Núm. 332

Señor:

El diputado que suscribe, a Vuestra Soberanía, respetuosamente, espone: que nueve meses en el ejercicio de la mision que me delegaron los pueblos que tengo la honra de representar, he podido soportar los gastos consiguientes a un forastero de Santiago. Hoi no tengo recursos para continuar mis tareas (vergüenza es esta confesion, pero debo instruir a los señores representantes de la causa que me hace renunciar), i ya una escasa fortuna no me los dispensa. Yo suplico a los señores diputados i al pueblo que me oye, me hagan la justicia de creerme que cuando hago mi renuncia al Congreso, no es queja porque no se me ha asistido con dietas; no me quejo contra el majistrado, no. La culpa de tres o cuatro perversos que han querido hacerme perecer de hambre, no la tiene el majistrado. Renuncio, porque ya no tengo un medio con que sostenerme, i si lo tuviera, lo sacrificaría, por hacer a mis compatriotas este servicio, que lo creo el mas interesante.

En esta virtud, a Vuestra Soberanía suplico se digne admitirme la renuncia que respetuosamente hago, asegurando que no me retiro de la Sala, porque me haya quitado la gana de servir a los chilenos, sino porque no puedo hacerlo ya. —Ignacio Molina. —Al Soberano Congreso.


Núm. 333 [1]


renuncia del diputado por rere a sus comitentes

Señores:

Yo he debido persuadirme que vuestra solemne voluntad sobre la forma de gobierno que mas conviene a vuestros intereses, está pronunciada por los diputados que enviásteis a la Asamblea, i cuyo voto descansa en el sistema de centralizacion diametralmente opuesto a aquél por el cual yo emití el mió a vuestro nombre, i en vuestro concepto, por supuesto, yo me he equivocado, i entónces debo renunciar para satisfaceros.

De que ámbos sistemas de gobierno son directamente opuestos, nada hai mas verdadero, i daré la razon. El primero deja en ejercicio la mas desenfrenada i monstruosa arbitrariedad, si se quiere, i el segundo, es pasto de la mas blanda i liberal filantropía. La triste esperiencia de dieziseis años que del primero tenemos, i con el que se ha manchado nuestra revolucion, es bastante convencimiento de esta verdad eterna, que los enemigos de nuestra libertad, jamas podrán desmentir; i las lecciones de justicia que del segundo nos presenta Estados Unidos de Norte-América, con solo cuarenta i nueve años de antigüedad, es documento infinitamente superior a los deshonrados prestijios con que se quiere engañar a los pueblos. Adoptad, señores, la forma de gobierno que quisiéreis, que no sea el confederado; pero yo me atrevo a presajiar vuestro arrepentimiento, cuando mas inmediatamente penseis sobre vuestros intereses. Entónces vereis si yo os he traicionado; entónces quedareis convencidos si fuera del sistema federal hai otro en el cual no esté peligrosamente comprometida la libertad pública i entónces os persuadiréis del interes que a mí me anima i que no es el que fuerza a nuestros enemigos a sostener el sistema unitario, escalon aciago, por donde suben a entronizarse crímenes i maldades... Vosotros que habéis sido el juguete de los infortunios, víctimas del desenfreno de escandalosas pasiones, lo sabéis mejor que yo.

Mi permanencia en el Cuerpo Lejislativo Nacional, supone una conformidad de ideas con vuestros diputados en el deliberativo provincial; pero si no me engaño, nos separa una inmensa distancia i oposicion que en representantes de un mismo partido es tan irregular como peregrina.

Yo, por supuesto, he de reglar mi conducta política como hasta aquí, siempre consecuente a los principios que en otra ocasion he manifestado, i aun con las armas en las manos he sostenido contra los enemigos de mi Patria. I en tal caso el mas pequeño disentimiento a mi anterior opinion, seria apreciarme mui poco, seria desprenderme de la mejor recomendacion, esto es, de la firmeza de mi carácter; lo que no está conforme con mis sentimientos. Por esto i porque no tengo una docilidad de condicion, tan fácil de doblegarme a emitir un dictámen contra el deber de mi conciencia, contra lo que mi razon reprueba, contra mi propio convencimiento, i, finalmente, contra la justicia misma de la causa que hemos sostenido con una sangrienta lucha, a vosotros suplico me admitais la renuncia que interpongo debidamente, asegurándoos que no la he hecho a la Representacion Nacional, tanto porque no me la habia de admitir, cuanto porque solo toca quitar al que dar ha podido. Vosotros me confiásteis vuestros destinos para que los representase al tiempo de celebrarse el pacto de nuestra mútua union; pues, a vosotros os los devuelvo, cuando por corresponder a los impulsos de mi razon voi a contrariarlos [2]. Dejaré la

  1. Este documento ha sido transcrito del volumen titulado Periódicos, El Telégrafo Mercantil i Político, años 1826 a 1828, tomo VI, pájina 81, del archivo de la Biblioteca Nacional. (Nota del Recopilador.)
  2. Esta idea es tan conforme a la honradez republicana que lo distingue al diputado que habla, que el público halla en ella una garantía del juicio que en su favor ha pronunciado. Nuestros Congresos, por un abuso funesto, se habian arrogado la soberanía primitiva. Cada diputado ha sido creido representante de la Nacion i separado de la mision especial a que son destinados por sus comitentes. Es por este principio que los pueblos se han visto despojados de su voluntad propia. Los Congresos, Asambleas, Convenciones, etc., han entendido siempre en las renuncias, i por consecuencia de este abuso se llevan hasta el exceso de nombrar diputados suplentes de aquellos pueblos impedidos para verificar su cooperacion; poco a poco se ha erijido entre nosotros este abuso escandaloso en principio. Una reunion de diputados en Santiago se ha visto asumir la Representacion Nacional, sin la concurrencia de las (lernas provincias; destituir el majistrado nacional de su investidura pública, i tener la imprudencia de nombrar otro, dando a esta farsa el carácter de voluntad jeneral. Por desgracia, tales máximas han sido sostenidas en el mundo por hombres eminentes que se han pronunciado por lo que la frase llama monarquía constitucional; se cuenta en este número el célebre Blackstone.