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SESION DE 23 DE DICIEMBRE DE 1836

aunque nuestros medios de subsistir en un pais estraño no son ciertamente mui abundantes, i no nos son indiferentes los gastos que hemos hecho i que tenemos que hacer hasta regresar a nuestra Patria, renunciamos gustosos dicha suma, como que el objeto que nos determinó a sustraer el referido buque de las órdenes del Jeneral Santa Cruz i ponerlo a disposicion del Gobierno de Chile, no fué otro que el de cooperar al buen éxito de la causa de la libertad i de la justicia que sostiene este pais, como lo espresamos en el parte que dimos al Comandante Jeneral de Marina de Valparaiso el dia 8 del corriente.


Sírvase V. S. ponerlo en noticia de S. E. el Presidente de la República.


Dios guarde a V. S. —Santiago, Diciembre 10 de 1836. —Leoncio Señoret. —Juan Manuel Uraga.




Atendiendo a que la compensacion de ocho mil pesos que se ha ordenado hacer en esta fecha a don Manuel Uraga i don Leoncio Señoret no disminuye el mérito de la accion que la ha motivado, ni desnaturaliza el noble principio que ha tenido, llévese a efecto el decreto que les adjudica la citada cantidad. —Santiago, Diciembre 10 de 1836. —(Rúbrica de S. E.) —Portales.




Núm. 409

En nuestro presente número concluye la correspondencia que empezamos a insertar i sobre la que hicimos algunas reflexiones en nuestro número anterior. El Eco del Protectorado, sin embargo de la franqueza que jactanciosamente atribuye a todas las operaciones de su Gobierno, ha tenido buen cuidado de suprimir en estas comunicaciones las que revelan la mala fé de la administracion que defiende, i de presentar trunca la historia de aquellos acontecimientos. Así es que en aquel periódico se inserta la declaracion de guerra inmediatamente despues de la nota de la secretaría jeneral, de 6 de Noviembre, sin hacerse la mas lijera mencion de la que pasó en seguida nuestro Ministro, contestando clara i terminantemente, como lo exije la lei de Partida, a las posiciones que le dirije el secretario jeneral, ni de la que este funcionario le escribió despues. Ambas se ofrecen hoi al exámen de nuestros lectores; presentan a toda luz la noble franqueza con que se ha procedido por nuestro representante; revelan el doblez de la administracion peruana, que en cada comunicacion ha ido exijiendo nuevas condiciones para presentar nuevos obstáculos a un avenimiento; i motivan la declaracion de guerra que a los que no tengan noticia de estas dos comunicaciones podrá parecer estemporánea.


El periódico protectoral, al mismo tiempo que hace sobre esta reclamacion comentarios que por su puerilidad no merecen refutarse, pretende revestir de un carácter innoble los motivos de nuestro rompimiento con el Gobierno del Perú. Conservar sobre aquella nacion nuestra superioridad comercial incompatible con las leyes dadas por el Jeneral Santa Cruz, darle un jefe sometido a nuestras órdenes, i aun abrigar algunos sentimientos de envidia a la gloria del Presidente boliviano, son los motivos que, segun el escritor de El Eco, impelen a los chilenos a la contienda con la administracion del Protector.


Repelidas veces hemos declarado ya que no solicitamos, i podemos añadir ahora que no hemos aceptado del Gobierno peruano tratados de comercio. Aquel Gobierno ha declarado, i probablemente ha estipulado ya con otras naciones, que no concederá a ninguna favores especiales de comercio. ¿Será necesario repetir que Chile no ha visto ni ve en este sistema de igualdad una causa de ofensa, que ponga el menor obstáculo al restablecimiento de la buena armonía? ¿Qué sensacion han hecho en nosotros aun esas leyes comerciales que se han dictado en Lima con el objeto de destruir la superioridad de Valparaiso? ¿No nos ha visto El Eco, no nos han visto los peruanos i los chilenos apercibirnos a la reparacion de las ofensas que hemos recibido del Jeneral Santa Cruz ántes que se espidiese ese reglamento de comercio en que se pretende fijar el oríjen de nuestra enemistad? ¿Llegó a Chile esa lei comercial ántes que el jeneroso presente de conspiradores armados que nos envió el Pacificador en dos buques de guerra del Perú? ¿Pensó S. E. destruir nuestro comercio ántes de dictar las providencias oportunas para destruir nuestro reposo, nuestra independencia i nuestro honor? Recorran fielmente los escritores protectorales la historia de nuestras relaciones políticas i atrévanse, despues de hacer una reseña de ellas, a atribuirnos la falsía i los tortuosos principios que solo corresponden al enemigo que nos ha puesto las armas en la mano.


La nacion peruana, hácia la cual no abrigamos sino sentimientos de amistad i de concordia, no tendrá tampoco que echarnos en cara jamas el haber pretendido intervenir en sus negocios interiores. Sin intereses de ninguna especie, ni nacionales ni individuales, para tener sometido a nuestra voluntad al Gobierno del Perú, sin medios de conservar esta sumision, no podrá atribuirnos miras que tiendan a humillarla, no podrá abrigar con respecto a nosotros los fundados temores que ha abrigado con respecto a otros vecinos; no podrá ver en nuestras manos el azote que otras han levantado contra ella. En vano lucha El Eco con el poder de esta verdad para despertar contra nosotros en el Perú los sentimientos de nacionalismo. Esa es un arma que no puede poner sin peligro la administracion del Jeneral Santa Cruz en manos de los peruanos; esa administracion, que irónicamente llama El Eco "eminentemente nacional", sin recordar que ha sido trasplantada desde la capital de Bolivia;