Página:Sesiones de los Cuerpos Lejislativos de Chile - Tomo XXVIII (1840).djvu/17

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
11
SESION DE 9 DE ABRIL DE 1840

Jamas, ni en los dias mas deplorables de nuestra revolucion, ni en pais alguno, se vio hacer un uso tan abominable de la libertad de imprenta. Cuanto tiene de vil i execrable la calumnia; cuanto encierra de horrible e inmoral la depravacion mas profunda; cuanto tiene de odioso el mas impudente cinismo, se puso en planta pata desacreditar nuestros ciudadanos, nuestras instituciones i nuestra gloria.

Nuestra misma leí fundamental se proclamaba como un ciímen, resultado de otros mayores. Se enseñaba a los pueblos que la revolucion i el trastorno de su Gobierno eran medios lícitos de que debían hacer uso; se aplaudían altamente los crímenes i se proponían a la imitación i obsequio del público los mas famosos criminales.

Cuanto hai de sagrado i venerable en el órden político: nuestros mas respttables funcionarios i hombres ilustres, eran señalados a la irrision i al menosprecio. La suprema autoridad del Presidente...; pero vosotros lo habéis presenciado, ciudadanos.

Ocho meses de tolerancia no han bastado a contener ni aun avergonzara los malvados: ellos han sacado sus fuerzas i osadía de la misma lenidad del Gobierno. Mi repugnancia a tomar las medidas legales, pero estraordinarias, a que me autorizaba la Constitucion; mis deseos de oscurecer los crímenes para que no pareciese manciliado el honor de la patria, llegaron por fin a persuadir a los desorganizadores que debían contar con la debilidad del Gobierno, í que era ya seguro el triunfo del crimen.

Vosotros acusabais, ciudadanos, mi dilatada condescendencia; vosotros mirabais comprometida la suerte de la patria; juzgabais que los buenos, respetando las leyes i obedeciendo a las autoridades, sin la protección i esfuerzos de éstas, debían ser víctimas de las maquinaciones de los malos, a quienes jamas contuvieron lo horrendo del crimen o la ilegalidad de los medios. Vosotros temblabais al considerar el rápido progreso con que se aumentaba la insolencia; con que se se trabajaba sin rebozo para destruir la Constitucion i el Gobierno; i con que, por los medios mas inmorales i destructores, se organizaba la sedicion en todos los puntos de la República.

Vosotros lamentabais, sobre todo, el descrédito en que ponía a la nación esta época de ingratitud, de calumnias i de inmoralidad, que podría llamarse la época del oprobio de la patria, si tales crímenes no fuesen obra de unos pocos i si, por desgracia del jénero humano, no se encontrasen malvados en todas las sociedades.

Los sucesos de los últimos dias debieron al fin poner término a la tolerancia, i obligaban al Gobierno a tomar una actitud imponente para salvar la patria. Los intendentes i gobernadores avisaban en cada momento de la conflagracion que se excitaba en sus distritos; de las reuniones que formaban en cada uno los hombres viciosos conocidos de antemano como constantes perturbadores; de los artificios con que se engañaba i atraía a los incautos. Ya no se disimula la seduccion con que se pretendía apartar de sus deberes a las guardias cívicas, cuya patriótica leal tad ha resistido con firmeza todas las sujestiones; se multiplicaban por todas la provincias emisarios del club de organizador de Santiago, para conmover i poner en ejecución los planes acordados; se piepararon en Santiago reuniones tumultuosas que en la plaza pública prorrumpiesen a presencia del mismo Gobierno en gritos sediciosos; i lo que es mas horrible, las maquinaciones de los desorganizadores tomaban ya el carácter mas excecrable i atroz Sedirijian a asesinatos, i el héroe de Yungai, el hombre ilustre e inocente a quien no se podía aun imputar influjo alguno de los consejos del Gobierno i que acababa de coronar de gloria a la patria, era la víctima destinada al puñal de los asesinos, como paso preliminar para apoderarse de las armas i vencer el obstáculo que su honor i patriotismo oponían a los malvados. Tal era el objeto de la conjuración descubierta al amanecer del dia ir. En fin, existía ya la conmocion mas fuerte i peligrosa.

Mi deber de velar sobre la seguridad pública; de conservar la Constitución i con ella la seguridad i el órden con que tantos bienes hemos alcanzado, para entregar este precioso depósito a mi sucesor me obligaba a tomar medidas sin tardanza.

¿Podía yo mirar tranquilo un trastorno cuyo resultado debía ser anegar en sangre i lágrimas a la patria i perder en un dia el fruto de diez años de tan nobles i costosos sacrificios?

He ocurrido al remedio legal que señala la Constitucion, i que en dias ménos críticos i aciagos se ha puesto otras veces en práctica, como el áncora de salvacion de la República, i ausiliado de la sabiduría i patriotismo del Consejo de Estado, he declarado con su acuerdo, en estado de sitio la provincia de Santiago.

Esta medida solo puede inspirar recelos a los desorganizadores contra quienes se dirije. Yo os aseguro, ciudadanos, que el réjimen constitucional no será alterado; i la garantía mas sólida de mi promesa la teneis en mi anterior conducta en iguales circunstancias. Hoi mismo he espedido el decreto en que, sin embargo del estado de sitio, declaro subsistentes todas las leyes, todas las prácticas i todos los actos electorales. Mi mas ardiente deseo, como mi mayor interes es que elijáis las personas mas dignas de vuestra confianza para la representacion nacional; i esta eleccion la haréis, yo os lo aseguro, con la mas completa e ilimitada libertad. Las providencias que se libraren durante el estado de sitio tendrán solo por objeto la conservacion del órden, esencialmente necesario para que exista la libertad; i jamas pasarán de medidas paternales que sustraigan a los mismos perturbadores que la motivan de los mayores males a que les destina–