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SESION DE 13 DE SETIEMBRE DE 1841

la Memoria en que da cuenta al Congreso de este departamento, i se pasó a la Comision de Gobierno.

Continuó la discusion de la Convencion adicional a los tratados celebrados con la Gran Bretaña para abolir el tráfico de esclavos, i despues de suficientemente discutida, se aprobó en jeneral, con lo que se levantó la sesion.— Eyzaguirre.— José Miguel Arístegui, diputado secretario.


ANEXOS

Núm. 493


Memoria que el ministro del despacho en el departamento del interior presenta al Congreso Nacional de 1841

Señores:

Llamado por S. E. el Presidente de la República al ejercicio del Ministerio del Interior en vísperas de abrir sus sesiones el Congreso Nacional, no me es dado informaros con la estension que quisiera del estado en que se hallan los asuntos anexos a ese departamento, ni mucho ménos esponeros mis propias operaciones en el desempeño del difícil cargo con que se me ha honrado. Cumpliendo, sin embargo, con la obligacion que el artículo 88 de la Carta fundamental impone a los Ministros secretarios del Despacho, os daré la cuenta mas exacta que me sea posible de lo que se ha hecho en el último año legal, indicándoos al mismo tiempo las medidas mas urjentes que, a mi entender, reclama el buen servicio del Estado.

Ante todas cosas debo hablar del órden público, de esta fuente de donde emanan todos los bienes sociales i sin la que no podemos esperar felicidad ni progreso. Grande es mi satisfaccion al anunciaros que durante el último receso de las Cámaras no ha ocurrido accidente alguno que haya obligado al Gobierno a tomar medidas estraordinarias para asegurar tan alto bien. Quizá no habrá habido otra época en que la República haya llevado una marcha mas tranquila, i en que los verdaderos patriotas hayan tenido tantos motivos de congratulacion por la suerte que ha cabido a nuestra Patria. A mi ver, pasaron ya aquellos dias aciagos en que la autoridad, combatida incesantemente, tenía que armarse de un poder aterrador para conservar la tranquilidad del pueblo. Dias mas benignos disfrutamos ahora, i en vez de hablaros de maquinaciones sofocadas, de escarmientos severos, de atentados mas o ménos escandalosos contra las leyes, solo tengo que esponeros las gratas consideraciones que suministran los hechos de que acabamos de ser testigos i la halagüeña perspectiva que ofrece el pais, en donde, por un favor especial de la Providencia, parece que han venido a poner su asiento la razon i los sanos principios. En efecto, miéntras que los Estados de nuestro continente nos ofrecen el cuadro lamentable de los desastres violentos de la revolucion, Chile, talvez único pueblo de excepcion, consolida sus instituciones i continúa desarrollando, en la calma de las pasiones, sus jérmenes de prosperidad. Por mas prevenidos que estemos contra las ilusiones de la propia estimacion, no podemos desconocer la madurez que han adquirido las ideas; el aprecio en que se tienen ya los verdaderos bienes sociables;la sensatez del pueblo aun en las coyunturas mas críticas; el respeto jeneralmente difundido por las leyes i las autoridades que ella establece; el influjo de la opinion, en fin, que llegará a ser en breve el moderador de nuestro réjimen político, desterrando el imperio de la fuerza a que los Estados nacientes están regularmente espuestos.

La República se ha visto recientemente en una de aquellas grandes crisis que ponen a prueba el reposo de las naciones. La prensa, gozando de toda la libertad que le concede la lei, ha circulado sin obstáculo los principios de todos los partidos, ha censurado las operaciones de los mandatarios i ventilado francamente las cuestiones mas importantes i delicadas, llegando a valerse algunos periodistas, haciendo alarde de esa misma libertad, de armas que, en honor de nuestro pais i en respeto de la decencia, quisiera ver abandonadas para siempre. Todas las fracciones políticas puestas en accion han tenido reuniones públicas i privadas; han apurado sus recursos i tocado cuantos resortes estaban a su alcance para hacer valer sus pretensiones. Miéntras tanto el Gobierno, testigo de la ajitacion jeneral, léjos de mirarla con recelo, respetando ejemplarmente los derechos de los ciudadanos i constituyéndose en bedel de los mismos que censuraban sus actos, prescribió a los funcionarios de su dependencia la fidelidad mas escrupulosa en el cumplimiento de las leyes.

Muchos temieron que en esta época de peligro la República sufriese algún contraste; sin embargo, la vemos hoi marchar con mas firmeza que nunca por las sendas del órden i prosperidad, presentando un espectáculo nuevo en estas rejiones i una leccion espléndida para los gobernantes i para los pueblos.

Los miembros del Congreso observaron, sin duda, con ojo filosófico, la escena que ofreció la ciudad de Santiago en los dias últimos de Junio; i conmigo se complacen ahora seguramente al notar la confianza con que todas las clases de la sociedad han vuelto al ejercicio de sus ocupaciones ordinarias, interrumpidas durante el período a que he aludido; la disposicion feliz en que todos se encuentran para cooperar de consuno a la conservacion del órden, i la armonía que reina en todos los espíritus en vez de las prevenciones amenazadoras que por lo común dejan tras sí ciertos movimientos anexos a nuestro sistema político. ¿Qué importa contra esta