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CÁMARA DE SENADORES

se vertiesen en un escrito. Por fortuna, Chile no se halla en esta situacion; el Gobierno tiene leyes que respetar i está mui contento de tenerlas, porque en ellas ve un faro que le salve de los escollos a que conducen las caprichosas oscilaciones del absolutismo.


Núm. 189 [1]

Los papeles encontrados a bordo de la fragata Monteagudo i las noticias traídas por el último buque que ha llegado del Callao, han dado tal vigor a los indicios que ya teníamos con respecto a la expedicion del ex-Jeneral don Ramon Freire, que no podemos mirarla como un hecho aislado, que no tenga lazo alguno con la política del Gobierno peruano. Quisiéramos hallar disculpas para la conducta de una Administracion que ha estado recibiendo constantes, repetidas e irrefragables pruebas de nuestra amistad i que para corresponderías consiente en aparecer revestida de un carácter hostil contra nosotros; quisiéramos tender el velo de la indiferencia sobre una cuestion de cuyo esclarecimiento resulte quizas la luz que encienda la tea de la discordia americana; pero cuando contemplamos que nuestra seguridad, nuestro reposo, nuestra Independencia pueden ser objeto de ataques estranjeros, no nos es lícito manifestarnos sordos a la voz sagrada del honor, ni ciegos ante el abismo que amenace sepultar nuestros mas caros derechos.

Despues de las primeras sospechas que, no sin fundamento, se abrigaron sobre la proteccion dada a los facciosos chilenos expatriados en el Perú, anhelábamos que el tiempo fuera desenvolviendo los sucesos de tal modo que desapareciese completamente la negra mancha que cubría la dignidad i la buena fé de la Administracion peruana. Pero nuestros deseos fueron vanos; i por mas que el amor a la concordia ha querido armarnos de la incredulidad mas noble, todo ha conspirado a convencernos de una dolorosa verdad.

En los primeros pasos de la trama inicua que preparaban los conspiradores contra una patria cuyo reposo i bienestar eran objeto de su indignacion, el Gobierno peruano quiso aparecer como completamente ignorante. Así es que, al organizar el espediente para el arrendamiento de la Monteagudo, se mandó otorgar la fianza respectiva, desarmar el buque, desembarcar i depositar en los almacenes de marina los pertrechos i útiles de guerra. Pero, apesar de que se ponía en manos de un particular sin fortuna conocida, como Quiroga, una propiedad del Estado de tanto valor como la fragata Monteagudo, se despreció toda especie de precauciones para asegurar los intereses fiscales, admitiéndose la fianza de un don José María Barril, expatriado de esta República, que no tiene bienes de ninguna clase ni en Chile ni en el Perú, i que a mayor abundamiento se embarcó públicamente con Quiroga en el Callao en la misma Monteagudo, sin que las autoridades cuidasen de impedir una ausencia que hacía ilusoria su responsabilidad, i léjos de procederse al desarme i al desembarco i depósito de los útiles de guerra, se entregó el buque al arrendatario con doce cañones de a doce, seis de ellos sobre cureñas, i con ciento veinte balas, como se ve por el mismo inventario inserto en la escritura.

Ademas de esto, los enganches fueron hechos con intervencion del capitan de puerto del Callao, por cuya mano se pagó a los marineros el precio convenido. La noche que se hacía a la vela del Callao el bergantin Flor del Mar, el sarjento mayor del Perú, don N. Bolívar fué a las doce a golpear con eficacia la puerta de la capitanía del puerto, i dijo al jefe que mandase inmediatamente detener aquel buque, porque se aseguraba que venía a Valparaiso a traer la noticia de la salida de la expedicion, i que el Gobierno lo tendría mui a mal. La tarde del día 7 de Julio, en que se hizo a la vela la fragata Monteagudo, se divulgó en el Callao la noticia de que el Flor del Mar venía con el anuncio. En la noche llegó a Lima esta voz; i el dia siguiente, a las siete de la mañana, se recibió en el Callao una órden para cerrar el puerto a todo buque peruano. El Flor del Mar estaba todavía a la vista; pero libre ya de los efectos de la órden, que fué revocada en la misma mañana porque no pudo alcanzar a detener el buque.

Todos estos hechos, que conocemos por noticias de cuya exactitud estamos seguros, i por los irrecusables documentos que hoi insertamos, induce a creer que el Gobierno del Jeneral Orbegoso, léjos de haber estado ajeno, como pretende de estas pérfidas maquinaciones, no ha dejado de hallarse animado de algun interes en ellas. A no ser así, ¿cómo se abandonan las propiedades nacionales a un arrendatario insolvente i a la fianza de un aventurero? ¿Cómo se permite salir a ese mismo arrendatario i a ese mismo aventurero, que son los únicos responsables? ¿Cómo se entrega el buque con artillería montada i con pertrechos? ¿Cómo se constituye el capitan del puerto en dependiente humilde de los conspiradores? ¿Cómo se manifiestan solícitos los subalternos porque permanezcamos ignorantes de la traicion que se nos prepara? ¿Cómo el mismo Gobierno toma medidas para que no nos llegue a tiempo el aviso que nos instruya de esta temeraria irrupcion?

En vano ha pretendido el Jeneral Morán enervar estos indicios poderosos con la comunicacion en que manifiesta a nuestro Ministro la

  1. Este documento ha sido trascrito del periódico El Araucano, núm. 310, correspondiente al 12 de Agosto de 1836. —( Nota del Recopilador.)