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SESION EN 26 DE JUNIO DE 1843

trabajo, i habituarlos al órden i economía les hayan arrojado al mundo sin mas recursos que el robo i el asesinato para no morirse de hambre."


¡Cuán diferentes efectos se obtienen de un aprendizaje lucrativo! El preso ejercita últilmamente sus fuerzas, su intelijencia se despierta i desarrolla, aficiónase al trabajo porque recibe su recompensa, tiende la vista al porvenir i no lo vé sembrado de horrores, ántes bien, empieza a convencerse de que hai un jénero de vida preferible al que ha seguido anteriormente. Síguese de aquí que no tarda en resignarse con su presente destino i se le halla dispuesto a recibir favorablemente los consejos útiles que se le dan. Ultimamente, el órden se establece como por si sólo en la prision; mas para lograr todo esto, es necesario no privar a los detenidos, como se hace en la mayor parte de las penitenciarías de Europa i Estados Unidos, de casi todo el producto de sus tareas. ¿Con qué estímulo podria esperarse que trabajarían, si, como en la de Millbanck (Inglaterra) sobre cinco pesos de ganancia, sólo debiesen percibir ellos cinco reales, dividiéndose todo lo demas entre los empleados de la casa i el Fisco? O bien si se les pagasen sus artefactos a un precio infinitamente mas bajo que el corriente como se verifica en otras? Justo es sin duda que el preso compense de algún modo los gastos que su mantencion i aprendizaje ocasionen al Estado, pero estas compensaciones no deben ser excesivas, porque entonces se le infunde un desaliento fatal. ¡I qué! ¿Se convendría en la necesidad de emplear todos los medios posibles para infundir amor al trabajo a unos hombres habituados desde su infancia a la pereza i la ociosidad, i al mismo tiempo se desecharía el arbitrio mas eficaz para conseguirlo? ¿Se desearía ardientemente obtener su correccion, inspirarle sanos principios de equidad, i seria entonces cuando se principiase por practicar con ellos la injusticia mas manifiesta, haciendo de sus fatigas un objeto de negocio para el Fisco? El que ha sido condenado a una prision, es tan dueño de su trabajo como cualquier otro hombre libre. Privarle del producto de él, es un despojo continuo, cuyos efectos no pueden ser otros que acabarle de desmoralizar i llevar al exceso su exasperacion. ¿Cómo puede aprender a ser justo el que es objeto de una violencia diaria de parte de aquellos mismos que tienen la pretension de reformarle?

Lo mas equitativo sin duda, seria pagar a cada reo el precio lejítimo de su artefacto como si se emplease a cualquier otro obrero. Con esta sola medida se harian innecesarios los castigos a que se recurre en algunas cárceles, para apresurar la conclusion de las obras que se le encargan. Habría contraccion entónces, habría empeño en los aprendices para adelantar en su oficio respectivo, con el fin de recibir mejor salario. I si se les desfalcase alguna porcion, deberia ser ésta tan pequeña, que no los desalentase ni les impidiese la formacion de un capital, que a su salida de la Penitenciaría, les fuese suficiente para procurarse un establecimiento. La misma casa gana con ello, pues la esperiencia ha demostrado que miéntras mas se hace percibir por su trabajo a los detenidos, mayor es el número de obras que producen; i por el contrario en aquellas prisiones donde no se otorga ninguna remuneracion a los obreros, por mas que se les obligue a trabajar sin descanso, no alcanzan las obvenciones sino para cubrir una parte pequeñísima de los gastos. Así es como la justicia se venga siempre a sí misma! Así es como el que intenta enriquecerse por medios ilejítimos, no hace mas que empobrecerse i arruinarse.

No concluiremos este artículo sin esforzar aun la exactitud de las ideas que acabamos de emitir con dos observaciones que ha patentizado la esperiencia.

Se ha notado en las cárceles donde se paga mal su trabajo a los delincuentes, que la pequeña suma que estos reciben al ponérseles en libertad, la disipan bien pronto en medio del desenfreno i de la licencia, i vuelven a delinquir con la mayor facilidad; miéntras que no puede citarse un ejemplar de que el preso que en las que se gobiernan por un sistema opuesto ha recibido a su salida una suma algo considerable, haya reincidido, ni vuelto a entrar en la prision.

Por esto decia Samuel Romilly en el parlamento ingles que el sistema mas económico no es el que produce mas entradas, sino que previene mas reincidencias.

Segundo artículo

En nuestro anterior artículo manifestamos la necesidad de dejar a los presos la mayor parte del producto de sus obras, sin hacer de ellas un objeto de lucro para el Estado. Réstanos indicar ántes de dar fin a este asunto, que miéntras ellos permanezcan en la prision, no debe ponerse su producto en sus manos, sino reservárseles, bajo una cuenta exacta para cuando salgan de ella. De otro modo si desde luego se les permitiese disponer de él a su arbitrio, podrían fácilmente disiparlo, i quedar así frustradas las favorables esperanzas que sobre la formacion de un capital se concibiesen.

Con mucha razon, pues, se ha abolido ya en la mayor parte de las prisiones, el pernicioso abuso de las cantinas, esos despachos de vISIOíveres i bebidas perimtidas ántes en ellas, donde iban los encarcelados a disipar, con perjuicio de su salud, cuanto habian adquirido en la semama. En ninguna parte deberia proscribirse con mas severidad este abuso, qre en nuestro Chile, donde el pueblo está tan poco habituado a la economía i donde tienen echadas tan profundas raices la funesta costumbre perder los trabajadores en la