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SESION EN 7 DE JULIO DE 1845

si es verdad que se encuentra en mal estado el comercio ¿no va a poner este proyecto una traba mas? ¿No va a afinarlos mas en esta infamia? I sin duda que todo el que emprendiese una negociacion se veria espuesto a ir a una cárcel en donde lo mirase todo el mundo como un verdadero delincuente. Hai en nuestro carácter cierta indolencia, es verdad, para cuidar nuestros capitales, por lo que nos vemos muchas veces embarazados para ocurrir a la justicia. La lei debe venir en ausilio de esta especie de indolencia; pero cuando la lei por sí indica un medio bastante severo, léjos de producir su efecto, no hace mas que dejarlo sin ejecucion, i hacer que se desacredite, como sucede ordinariamente. Como en esta materia se han hecho observaciones anteriormente de suma importancia, i como las que he espuesto me parecen tambien de alguna consideracion, omito hablar mas sobre ella, reservándome para en caso de ser desecho el artículo, hacer alguna indicacion.

El señor Lazcano. — Desde el principio de la discusion se ha dicho que esta lei no llena todos los objetos que debemos proponernos. Esta es una lei de circunstancias que seria mui mal recibida i aun mui injusta si se hubiese dado 20 años ántes a nuestra sociedad, i puede ser asi mismo injusta dentro de pocos años; pero en la actualidad, atendido nuestro carácter, atendido el órden de cosas, atendida la impunidad de los que quiebran, es una lei justa i urjente. Nadie desconocerá que en las quiebras hai casos fortuitos, hai razones que justifican al quebrado i lo hacen acreedor a toda consideracion. Es natural que nos pongamos siempre de parte de la desgracia, pero tambien es preciso que abandonemos esta jenerosidad mal entendida aplicando algun remedio oportuno. Mui equitativo seria averiguar la causa de la quiebra; mas si no es posible averiguarla, porque los acreedores mismos pierden en ello haciendo gastos i dando pasos inútiles ¿no pierde mas la sociedad con que el delito quede solapado? No se diga que el crédito del fallido permanece en el mismo buen lugar que ántes tenia porque no se le haya procesado el hecho de quebrar i de no poner a la vista del público causa fundada de su atraso, le imprime una nota degradante mui difícil de borrar. Cuando a un hombre pundonoroso le ocurre un lance de aquellos, que en ocasiones comunes son mirados como delincuentes, su delicadeza i su honor le compelen a vindicarse: miéntras mas inocente sea este hombre, mas bien quiere alejar toda sospecha que mengüe aunque levemente su reputacion. Harto frecuentes son los casos en que algunos se han presentado al juez pidiendo que se les abra un sumario, poniéndose en prision i representando todo el aparato de criminales, porque solo de este modo, porque solo pidiendo al público que todos los acusen, creen poder presentar en adelante su honra acrisolada i limpia de toda sospecha. ¿Se ha visto a algun quebrado pedir un juicio? ¿Se le ha visto representar papel de reo para su vindicacion? Nunca, a lo ménos yo no tengo noticia de que haya sucedido, no obstante que conozco quiebras verdaderamente fortuitas e inculpables. Si, pues, la conducta comun de los fallidos i la opinion pública da sobrados fundamentos para considerarlos como criminales, yo no sé por que se diga que es implorar la condicion de los que han tenido una desgracia en sus negocios, condenarlos a que sufran un juicio, cuando yo no veo que les quede otro medio de sincerarse i justificarse de toda mala sospecha. A nadie infama haber estado detenido por la justicia miéntras se averigua un delito i el que se tenia por autor de él gana mucho con poder presentar a todos una sentencia de absolucion, un salvo-conducto para merecer en adelante todo crédito i confianza. Diré tambien que no convengo en llevar a términos estremos la libertad que hoi tiene todo negociante para aventurar la fortuna ajena; i me parece mui moral, mui justo i mui equitativo que pierda parte de su reposo i de su libertad por algun tiempo, el que talvez lo ha quitado a sus acreedores i reducido a miseria, no a un solo individuo, sino a muchas familias.

Los grados de culpabilidad de un fallido creo que están al alcance del juez ménos esperto: no creo que estén indeterminados en el proyecto que discutimos cuando un artículo espreso da tanto ensanche en favor del que jira con caudal ajeno, que lo escusa de responsabilidad i lo declara libre de toda culpa, si prueba que las pérdidas fueron ocasionadas por especulaciones en que cualquiera puede arriesgar su fortuna prudentemente.

Encuentro en estas palabras cuánta libertad pudiera apetecerse para ser juzgado discrecionalmente. Quien se ocupa en un negocio bien meditado i calculado (porque la lei no se limita a las especulaciones atrevidas de un comerciante) i con pleno conocimiento de que no le dará mas de un ocho por ciento de ganancia, ¿tendrá escusa, quebrará sin culpa, cuando ha estado tomando para el mismo negocio capitales a intereses mas subidos? ¿Habrá quien llame prudente a esta especulacion? Todos somos testigos de sucesos de este jénero, todos vemos que hai quien venda sus productos por ménos precio de su costo de produccion ¿I quién dudará entónces de los resultados? Se hace este fraude, se comete este latrocinio, se agravan las quiebras por la impunldad. ¡Cuánto ganaria la riqueza pública, si se cortaran estos arbitrios escandalosos de disminuirla!

El señor Montt. — Creo no haber acertado a esplicar mi idea en la otra vez que hablé. Juzgo que el estado de impunidad en que están ahora los que quiebran con fraude, es un grave mal; pero pretender cortarlo de un modo tan sumamente severo, es pasar de un estremo a otro, i