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SESION EN 21 DE JULIO DE 1845

son capaces, lo que hasta ahora ni se ha pensado hacer. De consiguiente tenemos que no solamente se perjudica a la industria del Norte privándola de la cantidad de carbon que necesita, sino tambien de lo que tendria que recibir, pues que tendria que pagar el flete del monopolio, tendria que pagar la inconcurrencia, i tendria que pagar las escaseces. Tributo espantoso, tributo con el cual no se consiguíria el mismo objeto que se propusieron al imponerlo; porque, señor, está vista una cosa: tiempo ha que se trabaja para que los dueños tengan facilidad de esportar su carbon a las provincias del Norte, i no lo han hecho; sus dueños podian haber pedido que se les diesen las franquicias para ese comercio; ni aun esto. Pero supongamos, señor, que todo esto hubiesen hecho, ¿habrian conseguido por eso la concurrencia del injentísimo número de hombres que se necesitan para alimentar sus trabajos? ¿Podrian por eso proporcionar los 300,000 quintales de carbon que se necesitan para alimentar los hornos que existen en el Norte?

Ahora, pues, la Cámara ha visto que no sólo se necesita el carbon para alimentar los injenios en las minas que se trabajan, sino tambien para esplotar infinitas otras que en diferentes puntos del Norte están abandonadas, i tambien reconocidas i no trabajadas por la falta de combustible; por consiguiente la cantidad de combustible que se necesita, es incalculable.

Ahora pues ¿de dónde sacaremos en el Sur esos capitales, esa gran cantidad de recursos para alimentar la industria del Norte i proveer a todas sus necesidades? Ahora pues, yo no sé cómo podremos nosotros justificar esta medida ante la Nacion; porque ¿cómo podremos sacrificar un interes inmediato, cierto, indudable? diré mas bien, la necesidad ya sentida de una parte, tan vasta de la República, ¿cómo sacrificarla a una mera esperanza? ¿Cómo sacrificarla a intereses puramente individuales, a intereses mezquinos, i a esperanzas infundadas e inciertas como la que tenemos de las minas del Sur, sin que estas lleguen a bastar de ningun modo para proveer a las necesidades de las minas del Norte?

Hoi no podremos absolutamente hacer otra cosa que hacer una concesion mas a los individuos que esplotan dos o tres minas en el Sur; i no podemos hacer otra cosa. Teenmos pues, señor, que los intereses del Sur exijen la prohibieron de la importacion del carbon de piedra estranjero: esto es sacrificar, como he dicho ya, lo cierto a lo incierto, lo necesario a lo útil; por que lo mas que podremos decir es que a las provincias del Sur les conviene adoptar este ramo de industria; pero no se ve que sus industrias estén suficientemente preparadas, ni que tengan vocacion, ni los capitales, ni los demas elementos necesarios. ¿Haremos nosotros acallar el grito qne se siente por todas partes, de que no viven de otra cosa que de la industria?

No es despreciable tampoco, señor, uno de los motivos que han ocurrido a la Comision para declararse en favor de esto, que es el de estimular, por decirlo así, la envidia a los que quieran aplicarse a esta industria en aquellas provincias, poniéndoles a la vista la libre internacion de las provincias del norte. Todos los dias estamos viendo en Chile esto, señor; el hombre parece que aguarda a ver el beneficio que otro saca, para emprender la misma industria, para imitarle en ese trabajo; es inútil señor, la mayor parte del tiempo para predicar mejoras.

La Sociedad de Agricultura, que no ha escrito sino por conseguir siquiera alguna parte de la industria como se hace en Europa ¿qué ha conseguido, qué ha sacado? Lo que se saca de todo lo que se escribe en materia de mejoras. Yo creo, señor, que seria mui acertado lo que la Comision ha tenido a la vista en el motivo de que hablé a la Cámara de estimular la industria, dirijirse inmediatamente a la envidia, estimularla, aguijonearla, siempre que se trate de introducir alguna novedad en el pais; porque en cuanto se diga— el estranjero está sacando inmensas sumas, grande utilidad del carbon de piedra que introduce en Chile— inmediatamente veremos esplotar nuestras minas; porque sólo se trata del interes de un 5 por ciento que se exijia por el proyecto, no se trata de otra cosa i esto es mui insignificante. Diré, señor, que la lejislatura o el pais habria perdido en estimular al estranjero i ponernos en camino de esta manera para la adquisicion de un importante ramo, cual seria el carbon de piedra en las provincias de consumo; porque no seria mui difícil que para el año siguiente la lejislatura pusiera algún cargo a esta introduccion, porque entónces ya se habrian adquirido conocimientos de valor sobre esta materia, habria mas interes por este ramo de industria, i por último, se habrian cons sagrado a él capitales de alguna consideracion, mas nada de esto tenemos ahora ¿Por qué, pues, llamar estímulo a este que se quiere dar al carbon de piedra prohibiendo la importacion de él al estranjero? No debemos negar, señor, que el carbon es materia mui peligrosa, que en la larga navegacion que hacen los buques que lo traen de Europa i sobre todo en el pasaje del Cabo, donde sufren continuos sacudimientos, tiene por necesidad el carbon que sufrir, como sufren las demas mercaderías. Ahora, pues, agréguense esas pérdidas, agréguense las comisiones que paga el estranjero, i otros infinitos gastos que no puedo tener presente. ¿No son estas suficientes consideraciones para no hacer esta prohibicion? Yo no soi partidario de la libertad del comercio; yo no pertenezco ni he pertenecido jamas a esa secta de economistas que so pretesto de favorecer al comercio del mundo, no han hecho mas que atar la industria al carro de las naciones poderosas. Yo no he pertenecido ja