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ticipada petición. (QUEVEDO, O. 1, 166.) Esto es cuanto al paramento visible; que el talle, el brio, la límpreza, la habla, la voz, el ingenio, el danzar, el cantar, el tañer diversos instrumentos, me cuesta dos mel versos. (LOPE, D. 189.) ¿Comienza ya la sombra de tus maldades, el aforro de tus insolencias, el Mercurio de tus embajadas, la capa de tus traiciones a echarnos bernardinas. ( LOPE, D. 243.) No eran ciertamente la adulación, ni los respe- tos debidos a estos altos personajes, los que dictaban, etc. (NAVARRETE, en Salvá, G. 102.) La mansa fluencia de la épica ribera, la calma rítmica con que por igual se atiende a lo grande y lo pequeño, sería absurda si wmaginásemos al poeta preocupado en la invención de su argumento. (ORTEGA Y GASSET, M. 154.) La crío tica, la zumba, no es un ormamento inesencial del Quijote. (ORTEGA Y GASSET, M. 185.) Y lo humano ha sabido expresarlo con una emoción, con un matiz de morbosidad, con una lejanía ideal, que nos cauti- van y llegan al fondo de nuestro espíritu. (AZORÍN, M. 58.) En la planta baja están la cocina, la bode- ga, las cuadras. (ÍD. M. 188.) ¿Lo han retratado Ve- lázquez, Goya, Zuloaga? (Íb. M. 218.) Lo decía la luz de sus ojos, sus maneras bruscas e uúmperiosas, el modo de mandar una cosa o de suplicar y rogar. (1p. M. 124.) Hay en ella una ansiedad, un miste- rio, una melancolía, una vaga inquietud que nos es- tremece el espiritu. (Íp. M. 174.) Todo el amor de Garcilaso, toda su ternura, toda su efusión era para aquel río, ancho y claro, que allá, lejos, muy lejos, des- tizaba su corriente entre la arbvleda. (Íb. M. 57.) Un día un perítódico, uma revista, el libro de un amigo,