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A pesar de lo justificado de la anterior distinción, seguiremos en estas páginas empleando únicamente el término razz, tanto para significar la raíz propia- mente dicha cuanto el radical, pues sólo se trata aquí de consideraciones generalísimias.

Sentado que los ayijos son elementos ideológicos o significativos cuya única misión es unirse a las raíces o a los temas para formar palabras; y que la unión puede hacerse anteponiendo o posponiendo el afijo a la raíz, o intercalándolo en ella, resultando, respectiva- mente, prefijos, afijos, o infijos, se presenta ahora el problema de saber qué son precisamente en sí los afijos. ¿Son elementos forjados de propósito para con- seguir sustantivos, adjetivos, verbos, plurales, mas- culinos, femeninos, etc., agregándolos a las raíces?; o, en cambio ¿han tenido alguna vez otra función, que con el tiempo han ido dejando poco a poco, hasta verse reducidos a su forma y estado actual?

A estas preguntas la lingúlistica contesta revelan- do que los afijos han sido en épocas lejanas, raíces como las otras; y que «no es sino con el andar del tiempo con lo que estas formas han llegado a no ser sino elementos secundarios, elementos destinados a indicar las relaciones y los modos de ser de otra raíz.» (HoveELACQUE, L. 261.)

Desde los tiempos de Monlau, como puede verse en su Diccronario Etimológico (p. 15.) se vienen diferenciando de los sufijos, las inflexiones o flexiones y las desinencias, de acuerdo con las siguientes definiciones: sufijos serían «las letras o sílabas que se añaden al final de una raíz o de un radical, para formar un primitivo», como sucede por ejemplo