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de pronto el escondrijo en que estaba agazapado i como una araña monstruosa se colgó del platillo rebelde i, tras él, aferrándose del rabo i de sus ganchudas patas, se suspendieron todos los diablos i reprobos del infierno, sin que el peso de aquella cadena, cuyo último estabon tocaba el fondo del sétimo abismo, lograse marcar la mas leve oscilacion en el fiel de la balanza ínmutable. En el platillo, las flores habian desaparecido i en su lugar veíase una montana de duraznos en sazon, sobre la cual jiraban miríadas de seres desde el corpúsculo imperceptible hasta el insecto alado de forma perfecta. Abejas zumbadoras, mariposas de alas irisadas, aves de plumajes multicolores revoloteaban en derredor de los frutos en lejiones innumerables, destacándose por encima de todo, un inmenso follaje que, en forma de cono invertido, se perdía en el infinito.

I, entónces, fué cuando resonó la voz terrible:

— ¡Mujer, tu culpa es irrescatable! Todo el peso del infierno no ha podido equilibrada. Al estirpar el jérmen, has detenido en su curso la proyeccion de la vida, cuyo oríjen es Dios mismo... Vé, pues, con Satan por toda la eternidad.


Un grito estridente, vibrante puso en conmocion a la servidumbre del palacio. La doncella, que habia acudido la primera, encontró a su señora incorporada en el lecho, presa de violentos espasmos ner-