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I tanto clamó, que el sol, compadecido, la tocó una mañana con uno de sus rayos al contacto del cual vibraron sus moléculas, i penetrada de un calor dulcisimo perdió su rijidez e inmovilidad, i como una diminuta esfera de diamante, rodó por la pendiente hasta un pequeño arroyuelo, cuyas aguas turbias la envolvieron i arrastraron en su caida vertijinosa por los flancosde la montaña. Rodó así de cascada en cascada, cayendo siempre, hasta que, de pronto, el arroyo, hundiéndose en una grieta, se detuvo brusca i repentinamente. Aquella etapa fué larguisima. Sumida en una oscuridad profunda, se deslizaba por el seno de la montaña como a traves de un filtro jigantesco...

Por fin, i cuando ya se creia sepultada en las tinieblas para siempre, surjió una mañana en la bóveda de una gruta. Llena de gozo se escurrió a lo largo de una estalactita i suspendida en su estremidad contemp1ó por un instante el sitio en que se encontraba.

Aquella gruta abierta en la roca viva, era de una maravillosa hermosura. Una claridad estraña i fantástica la iluminaba, dando á sus muros tonalidades de pórfido i alabastro: junto i la entrada veiase una pequeña fuente rebosante de agua cristalina.

Aunque todo lo que allí habia le pareció deliciosamente bello, nada encontró que pudiera compararse con ella misma. De una trasparencia absoluta, atravesada por los rayos de luz reflejaba todos los matices del prisma. Ora semejaba un brillante de