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Estuve así un rato escuchando con toda mi alma i, de repente, me pareció oir mui lejos unos golpecitos como si alguien estuviese dando papirotes sobre la piedra. Puse mas atencion i cuando estuve ya seguro de no equivocarme llamé al capataz i le dije: don Pedro, es aquí donde viene la barrena.

Se acercó i nos pusimos a escuchar juntos. De pronto a la luz de la lámpara vi como brillaron los ojos del capataz. Los golpes de combo en la barrena-guía se iban sintiendo cada vez mas fuertes. En ese momento llegaron los injenieros i despues de escuchar tambien con la oreja pegada al muro desenrollaron un plano i se pusieron a trabajar con sus aparatos. Luego marcaron con tiza una cruz en la pared; dieron algunas órdenes al capataz i se marcharon alegres como unas pascuas. Apenas hubieron salido cuando bajó una docena de carpinteros que colocaron a toda prisa una puerta que cerró completamente un espacio de diez metros al fin de la galería. Colgada la puerta en el marco i calafateadas con gran prolijidad sus rendijas se retiraron los carpinteros i solo quedamos ahí el capataz mayor i los cabezas de cuadrilla oyendo los golpes dados en la barrena que al parecer estaba ya mui cerca. Sin embargo, pasaron todavia muchas horas i serian talvez las tres de la tarde cuando el capataz me dijo: Ve arriba i avisa que tengan listo el bracero.

Fuí a toda prisa a cumplir la órden i cuando estuve de vuelta se sentía tan claro el ruido de la barrena que calculé que no pasaría media hora sin que la